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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Iglesias, sin aura revolucionaria

El articulismo de Camba contiene afirmaciones clarividentes, como la de que "una revolución es siempre una obra de arte". Pablo Iglesias sufrió ayer en propia carne la pérdida del aura revolucionaria, que es como cortarse la coleta, al ser increpado, escracheado, por un grupo de ultraizquierda durante un acto en la Complutense. Lo llamaron "vendeobreros" y él trató de explicarles que la revolución hay que hacerla, es decir, comprometerse en las labores de gobierno y comulgar con el reformismo socialista. Fue en el mismo lugar en el que el vicepresidente participó hace años en un escrache contra Rosa Díez, cuando Podemos se convertía en el ariete de la nueva política frente al tradicional bipartidismo de la transición. Si bien los gritos no pasaron de testimoniales, no deja de ser un síntoma sobre lo que piensa una porción importante de sus votantes sobre el pacto de los morados con Sánchez. Iglesias cree que el programa negociado con el PSOE le va a permitir hacer la revolución desde el Consejo de Ministros. Se trata de un viejo debate en la izquierda-izquierda: la oportunidad o no de formar parte del poder cuando lo ha tomado otro. Pero quizás sus seguidores no lo ven de la misma manera, al considerar que las alfombras de La Moncloa acabarán contaminando la alternativa, por no hablar de quién patrimonializará finalmente los éxitos y los fracasos. Se opinó hasta el agotamiento sobre el fenómeno Podemos, tanto de su momento álgido como del más gélido electoralmente hablando, pero ahora está sobre el tapete una nueva circunstancia: el desgaste por un acuerdo de gobierno donde empiezan a surgir las primeras aristas, como ha sido con las expulsiones en caliente de migrantes o con la futura ley de libertad sexual. Es probable que a Iglesias le toque dentro de unos años, de cara a una cita electoral, hacer mucha pedagogía para explicar los beneficios de la alianza con los socialistas, en particular con sus simpatizantes más extremistas, dedicados a contabilizar las renuncias de los que se vieron una vez como rupturistas. "Pero la radicalidad que tiene uno no está en lo que dice, sino en lo que consigue", esgrimió Iglesias. Se le olvidó hacerle un hueco a la estética, al salto, a cómo tocar el cielo... Es el arte de la revolución.

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