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ESCRITOS ANTIVíRICOS

Puentes

Durante el confinamiento el encerrado forzoso no para de hacer puentes. No es que sea arquitecto o ingeniero, tampoco es que juegue con piezas de plástico o con puzles de tres dimensiones. Los puentes que el encerrado forzoso construye son puentes inmateriales, de muy difícil cimentación, son puentes hechos con ideas.

Los puentes de hormigón pretensado, de acero, de madera, de piedra, los puentes colgantes, levadizos, suspendidos, los puentes en arco, los puentes en ménsula, tienen una finalidad clara: facilitar la comunicación entre dos puntos salvando lagos, ríos, precipicios, valles. No son fáciles de hacer estos puentes, pero los arquitectos e ingenieros saben a qué atenerse y consiguen que sus puentes cumplan el cometido que les corresponde. Su hijo, "el ingeniero constructor" de la casa, cuando tiene claro su objetivo ("papá, hay que unir esta ribera con aquel poblado para que estos indios puedan escapar") construye a tal efecto un puente con piezas de objetos diversos y gran imaginación.

Los puentes que en esta cuarentena el encerrado forzoso con frecuencia se ve obligado a construir son de otro jaez, son puentes inverosímiles, irrealizables, inmateriales, inasequibles, absurdos. Le gustaría resolver puentes de verdad, como los de su hijo, que enlazan un sitio con otro, pero no, tiene que tender puentes de ideas, puentes que resuelvan las distancias siderales que se dan entre una noticia y un enlace, o entre un enlace y otro enlace, o entre un video y otro video.

Durante esta cuarentena navegar en la red lo viene obligando a fabricar puentes entre lugares inconexos, puentes inviables, no de medio arco o colgantes, sino puentes imposibles. Es un sinvivir para el encerrado forzoso, que necesita pensar con orden y concierto y que deambula de un lado de internet a otro, pero no como un flâneur que se solaza del deambular mismo en un marco urbano definido, sino como un animal drogado que en una pantalla ha perdido la razón de su caminar.

Tras leer una entrevista con Emilio Lledó sobre el deseo que el filósofo manifiesta de que "ojalá el virus nos haga salir de la caverna, la oscuridad y las sombras" y tras pensar que sí, que ojalá sea así, el encerrado forzoso se encuentra al pie de la pantalla con dos enlaces que llaman poderosamente su atención. Uno dice: "¡Pincha un plátano con una aguja y mira lo que pasa!"; el otro reza: "Éste es el motivo por el que debes poner jabón de lavaplatos en el retrete". El encerrado forzoso entra al trapo y ve el contenido de los dos enlaces.

Y así lleva no sabe cuántos días de cuarentena, construyendo puentes insostenibles entre asuntos serios, banalidades de gran estulticia y noticias que parecen películas estadounidenses de la calaña más espectacularmente rancia. A veces el encerrado forzoso claudica y deja de hacer puentes; admite que son insalvables las distancias entre el mundo que le preocupa y las llamadas de atención a pie de pantalla sobre "12 pizzas gourmet para preparar en casa", "qué fue de? Xuxa", "cómo y cuánto entrenar hasta junio para lucir tipazo", "salones espectaculares abrazados por el paisaje" o "vestidos de invitada que podrás sacar a la calle con zapatillas".

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