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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Mayores y hostilidad

La pandemia y su rastro mortuorio nos ha provisto de una mirada distinta a la hora de mirar a los mayores, como si fuese la última vez que los tuviésemos delante. Me pasó mientras aguardaba para que me atendiesen en un establecimiento de aparatos electrónicos, cuya tecnología última gama no tenía nada que ver con los huesos afectados de la anciana. El dependiente le explicaba pacientemente como borrar los mensajes de su móvil de teclas, con números y letras enormes. De inmediato pensé lo dura que sería su vida en el caso de que el teletrabajo se convirtiese en la nueva deidad: ¿cómo resolvería sus trámites? Seguro que no tenía a nadie. De hecho, allí estaba para desalojar de su terminal unos SMS que no la dejaban en paz. La cola se alargaba. El vendedor repetía una y otra vez la operación; la señora lo intentaba, pero no lograba completar el ciclo de borrado. Se le notaba nerviosa, como si el aliento de los clientes con prisa fuese un vendaval sobre su cuello lleno de arrugas. Tras varios intentos, decidió dar las gracias y abandonar la tienda. ¿Se iría con las instrucciones claras? Quizás no. Lo más probable es que se vuelva a hacer un lío, se le bloquee el teléfono y no pueda hacer ni recibir llamadas. La escena nos sitúa frente a lo complicado que se está poniendo el mundo para estas personas, pero también para los que quieren ir por libre. Ahora mismo me vienen a la memoria algunos amigos que tomaron hace años la decisión de no comprarse nunca un móvil. La cuestión es saber si habrán podido resistir en su empeño anárquico, huyendo de las servidumbres que afectan a la gran mayoría, o si finalmente fueron cercados por la pinza que nos convierte en sujetos sospechosos para bancos, instituciones y empresas por carecer de un smartphone. La octogenaria que trataba de manipular su móvil arcaico, pero efectivo para ella, probablemente no sepa cómo gestionar cualquier aviso para una notificación. Su ignorancia o desmemoria le importará un rábano al que le remitió la comunicación, al que el dato de la edad le resulta un añadido sin importancia, banal, de cara a los objetivos que le ha planteado la dirección. Aquí sólo hemos puesto la vista sobre la dificultades para sobrevivir en un contexto hostil, pero ya sabemos (por la pandemia) que la utilización de filtros (una selección) se ha utilizado con personas que por su edad, dolencias y enfermedades ya no tienen nada que aportar al sistema. Una criba que beneficia hasta al maltrecho sistema público de pensiones.

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