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Inventario de perplejidades

Juicio a dos figuras de la Transición

Dos de los principales protagonistas de la Transición -el rey emérito Juan Carlos I y el expresidente socialista Felipe González- están siendo acusados en diversos foros de prácticas criminales y hasta se ha solicitado para ellos el inicio de actuaciones penales o, en su defecto, de la constitución en el Parlamento de sendas comisiones de investigación para esclarecer sus supuestas responsabilidades. Las del monarca tendrían que ver con su actividad como comisionista a partir del fin de su reinado ( hasta entonces la Constitución le garantizaría completa inviolabilidad). Y las del expresidente del Gobierno, con la dirección efectiva de la llamada "guerra sucia" contra ETA.

Pero es difícil que esas investigaciones prosperen. En el caso del rey emérito porque sus "hermanos" de la monarquía saudí argumentarían, llegada la ocasión, que con su fabuloso patrimonio hacen lo que les viene en gana y no necesitan el subterfugio de unas supuestas comisiones en una contrata de obras para darle dinero a un pariente que a su vez lo necesita para indemnizar generosamente a una antigua amante por los servicios prestados.

Sobre la especial relación financiera entre el rey Juan Carlos I y la Casa Real de Arabia Saudita se ha escrito mucho estos últimos años, y entre otros libros destaca el publicado por la editorial vasca Ardi Beltza (Oveja Negra) del periodista ourensano Pepe Rei bajo el título Un rey golpe a golpe. En ese libro se dan toda clase de detalles sobre el incremento patrimonial del rey que nos dejó el general Franco en herencia, que incluía no solo el dinero de los árabes sino también de empresarios españoles así como yates y automoviles de altísima gama. Durante esos años, el trasiego de maletines en el palacio de La Zarzuela fue constante pero su existencia se mantuvo oculta bajo el manto de una opacidad garantizada por la Constitución.

Esa larga etapa, que dura hasta la abdicación en su hijo Felipe VI, ya está amortizada y fuera del alcance de inquisidores y solo restaría pedirle cuentas por algún asunto fiscal de complicada probatura. Otra cosa es la utilización de una conducta moralmente escandalosa para reavivar la causa republicana. Un asunto de corto recorrido mientras la derecha política, social y financiera no se apunte a ello o convenga a sus intereses.

En cuanto al caso de la supuesta participación del expresidente socialista Felipe González en la creación de la banda armada de los GAL para combatir a ETA, es una historia vieja que ya tuvo un recorrido judicial con el encarcelamiento del que fue ministro del Interior José Barrionuevo y del secretario de Estado Rafael Vera, amén de los famosos policías Amedo y Domínguez. Nunca pudo probarse que fuera el jefe máximo de aquella organización criminal pero sus enemigos políticos agitaron cuanto pudieron la sospecha.

Curiosamente, la desclasificación de unos documentos de la CIA vuelve a echar luz sobre aquel episodio. La CIA, desde el asesinato de Carrero Blanco, siguió muy de cerca las actuaciones de ETA y de hecho Aznar cuando fue presidente del Gobierno pidió ayuda a la agencia norteamericana y al Mossad israelí para derrotarla. Por cierto, Juan Carlos I nunca ocultó su simpatía por Felipe González y se la expresó en público con un fuerte abrazo en tiempos de especial dificultad. No así por Aznar.

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