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Apuntes

No perdamos el Norte real

EEl discurso republicano de la izquierda y en general del progresismo español pasó a entrar en fase de obsolescencia ideológica unos años después de terminada la Guerra Civil. Algunos dirigentes socialistas en el duro exilio empezaron pronto a pasar alguna página y a buscar una alternativa utilitarista: destacados líderes del PSOE y la UGT, como reflejan muchos documentos de la época, se plantearon una opción más pragmática que el inmovilismo, dadas las circunstancias.

Había que elegir, dijeron, entre democracia y dictadura, entre libertades y falta de libertades. Y fueron llegando a la conclusión de que lo importante para acabar con la Dictadura franquista no era la forma sino el fondo. A pesar del desastre del Reinado de Alfonso XIII, de sus cortesanos y sus camarillas, eran mayoría los que fueron decantándose por participar en un gobierno democrático dentro de una monarquía, eso sí, parlamentaria. El periodista y político Luis Araquistain, un verso suelto en muchos sonetos de la izquierda de entonces, refleja perfectamente este debate en sus escritos, como lo recoge el libro 'Sobre la guerra civil y en la emigración', con edición y amplio y documentado estudio preliminar de Javier Tusell (Espasa Calpe / 1983).

Tras la muerte del 'Caudillo', martirizado no por los rojos y masones sino por su yerno que lo sometió a un cruel encarnizamiento médico en los quirófanos de 'La Paz' para mantenerlo artificialmente con vida hasta dejar amarradas muchas oscuras cuestiones relacionadas con la herencia y la pervivencia del Régimen, ese Régimen comenzó a ser revisado por los reformistas que, a su pesar, había ido pariendo el Movimiento tanto tiempo Inmóvil.

Al iniciarse en 1977 las negociaciones formales para elaborar una Constitución homologable a las europeas, el Rey Juan Carlos I, había ya prometido en EE. UU. (2 de junio de 1976, ante el Congreso USA) que su reinado sería plenamente democrático. Su trato con los dirigentes políticos de la izquierda fue fluido, sincero, cordial, y, en fin, 'encantador'.

Santiago Carrillo, que solía referirse a él en su fase clandestina como Juan Carlos I 'El Breve', fue uno de los grandes responsables de que gobernara durante cuarenta años; casi tantos como su mentor el dictador y general superlativo ('Generalísimo') Franco. 36 como monarca constitucional (entre 1978 y 2014, cuando abdicó) y tres años más desde que sucedió a Franco 'a título de Rey' (noviembre de 1975), hasta diciembre de 1978 en que acató la Constitución.

El 'consenso constitucional' alumbró, mezclando la prudencia, las circunstancias, el cálculo de probabilidades, la experiencia de las monarquías europeas y hasta la 'teoría del caos'? una monarquía constitucional que ha logrado el periodo de paz, estabilidad política y desarrollo más prolongado de la historia moderna y contemporánea de España.

La monarquía democrática que configura, pues, nuestra Ley Fundamental, ha sido útil en todos los sentidos. Como es lógico, con el paso el tiempo el texto de 1978 puede necesitar alguna actualización; pero esos retoques no se pueden acometer sin contar de antemano con un amplio acuerdo sobre los objetivos y los límites, de la reforma. Sería insensato entrar, como pretende 'Podemos', en un nuevo y rupturista proceso guirigay constituyente para acabar, como defienden, "con el régimen del 78', y santas pascuas aleluya.

Los escándalos aún por comprobar y delimitar de Su Emérita Majestad el Rey Juan Carlos I, no pueden implicar el derribo de la entera Monarquía constitucional y parlamentaria, bajo la cual los progresistas han podido desarrollar todos los grandes retos de democracia, desarrollo, modernización, que eran el gran fin de la II República. El argumento de que los presuntos casos de corrupción del anterior rey implican a la institución y la invalidan, valdría asimismo por elemental extrapolación, para los partidos. Y por esa regla de tres muy simple habría que proceder igualmente contra todos los que han tenido o tienen casos de corrupción en su seno, que son prácticamente todos: Podemos, PSOE, PP, Coalición Canaria, los separatistas catalanes, etc.

En el actual pandemonium afloran algunas verdades evidentes por eliminación lógica: el ataque orquestado contra la Constitución, utilizando como argumento oportunista el 'caso Juan Carlos', un Elefante de Troya, es una burda maniobra para distraer la atención de algunas cosas: primero: todos los que se han unido para tratar de desacreditar y desmontar el 'bienaventurado' 'Régimen del 78' son enemigos del Estado democrático, de la España unida en su diversidad, fuerte y en libertad, y todos, a su vez, están inmersos en una grave crisis de credibilidad, o por sus corrupciones o sus incompetencias, o por ambas cosas a la vez, como Quin Torra y Pablo Iglesias, y compañías limitadas respectivas.

Ah, y el Emérito no se fugó. No está investigado ni imputado. Viaja, bien aconsejado, precisamente para evitar manipulaciones interesadas para poner en cuestión la Corona, y a su través, impugnar todo el Sistema. Sencillamente, el Emérito está congelado, mientras la vida sigue, y la pandemia también.

No perdamos el Norte real. Separemos el imán de la brújula.

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