Si de toda esta maraña de dificultades y dramas sobresalen, a simple vista, brotes verdes, evidentemente no corresponden a los que crecen en un sustrato social, económico o educativo apto para un desarrollo digno y responsable del ser humano, como en el que ahora menguamos.

Estos indicios de mejoría se dan en otros ámbitos de la sociedad y del poder: los jueces, que por todo el estado han emitido veredictos poniendo de relieve la inmoralidad de los desahucios y fallando a favor del desahuciado. Los jueces, que llevan tiempo en las críticas de políticos y dando juego a los medios de comunicación, no es la primera vez que se pronuncian sobre asuntos de índole moral o político, como no hace mucho el juez de la Audiencia Nacional Pedraz llamó decadente a la clase política por la manifestación que a las afueras del Congreso pedía dimisiones; es decir, que los políticos decaen y han dejado en el camino valores que se conjugan como servicio a los ciudadanos en lo público y desde lo público.

En otros lugares los médicos y enfermeros se oponen a acatar la normativa que los insta a no tratar a inmigrantes si se presentan en consulta pública, pues consideran que la conciencia está por encima de esta norma concreta.

Los jueces han recuperado de manera notoria aquel ejercicio aristotélico llamado epikeia que en la teología y el derecho iba en busca del hálito del texto, del espíritu de la letra y, casi al límite, han interpretado e impartido justicia con equidad que es a la postre el hallazgo de lo justo. Y los médicos leen y revalorizan a Hipócrates en sus acciones.

Si se fuera a aplicar la norma en todos los casos sociales que en estos momentos incumplen con alguno de los deberes, estaríamos abocados a una tiranía y perderíamos la capacidad de saber pensar mas allá de lo establecido, porque para problemas nuevos hacen falta respuestas donde el ser humano ocupe la parte esencial de la solución.

Es tan inhumano el sistema que se impone a base de PIB en toda Europa, que ya no solo están en la calle los más débiles y necesitados, los más cabreados ideológicamente o los que están hartos de los bancos y las cajas, ahora a la calle llegan las decisiones de una parte de nuestra comunidad que también sabe lo que es justo: que enfrente tienen a un ser humano.