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Alfonso González Jerez

El mando de la tele no funciona

El economista Benito Aruñada encabeza su timeline en Twitter hace muchos meses con una afirmación tan exacta como preocupante: “Vamos a la guerra con líderes que elegimos para ir de fiesta”. Se refiere, por supuesto, al presidente Pedro Sánchez y a sus esforzados cuates. Ahora mismo, con motivo de la crisis de Ceuta, el Gobierno español ha anunciado el comité de emergencia que designó Su Sanchidad y que aparte de la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya –que no es diplomática y carece de experiencia política– y la directora del CNI, incluye a Carmen Calvo, Margarita Robles, Miquel Iceta, Ione Belarra y José Escrivá. Todos con un amplísimo conocimiento en materia de crisis internacionales.

Ocurre que en política exterior, bueno, no pueden arreglarse las cosas con un par de ruedas de prensa, discursos que son puro clickbait y alguna primorosa ventosidad sobre la extrema derecha, el fascismo, la guerra civil, nos están matando, no pasarán. La política exterior es quizás el ámbito donde el gobernante queda definitivamente en evidencia. Sánchez no puede contraprogramar con los medios de comunicación públicos y los afines la entrada en España de miles de marroquíes en poquísimas horas. Es harto improbable que a Mohamed VI le interese Franco o la España confederal. Míster Chance, maravillosamente interpretado por Peter Sellers, es asaltado por varios matones en la calle, y se saca del bolsillo el mando del televisor y lo teclea furiosamente para cambiar de canal. Es lo que llevan haciendo los gobiernos españoles desde hace cuarenta años. Y por supuesto el canal sigue siendo el mismo. La teoría del colchón de intereses se desinfló hace lustros. Porque en realidad no se basó en la articulación de iniciativas empresariales y comerciales basadas en la colaboración y el interés mutuo, sino en drenar recursos y comprar voluntades. En ceder y apoquinar (ya ayer Grande Marlaska guiñaba el ojo ofreciendo 30 milloncejos para la policía marroquí). Lo asombroso es que el evidente fracaso de la estrategia no ha llevado a sustituirla por otra. No existe doctrina sobre el Norte de África para la diplomacia española. Y mientras los gobiernos carpetovetónicos han cerrado los ojos y fragilizado políticamente la frontera sur, Marruecos no ha perdido tiempo: ha estrechado más todavía los lazos con Estados Unidos, vendiendo la estabilidad del régimen alauí y su capacidad para frenar el avance de cualquier islamismo revolucionario, ha fortalecido y modernizado sus fuerzas armadas invirtiendo millones de euros en sus ejércitos, y ha impulsado una diplomacia muy activa con unos objetivos diáfanos e inalterables ante la UE y Washington.

Sánchez ha añadido su propia torpeza a esta situación implosiva. Durante los dos últimos años Marruecos, como siempre, ha utilizado sus inmigrantes y los de sus vecinos como instrumentos para presionar a la UE pero, sobre todo, a España. Si no atiendes a mis solicitudes, abro las fronteras o les digo a mis patrulleras que se echen una siesta. Para que la cosa no decaiga, el gobierno español decidió acoger al secretario general del Frente Saharaui, Brahim Gali, que con el conocimiento del Ministerio de Exteriores fue trasladado en un avión medicalizado desde Argel e ingresado con un nombre falso en un hospital en Logroño. Solo un verdadero idiota comete esta inaudita torpeza, solo un socio dudoso lo hace sin informar a la otra parte en uno de sus momentos más quisquillosos y solo alguien democráticamente incalificable oculta el paradero español de Gali a la Audiencia Nacional, donde se le investiga en un proceso abierto por supuestos asesinatos y torturas en los campamentos de Tinduf. Ayer Sánchez estuvo en Ceuta tecleando un rato el mando de la televisión. No había manera de poner Aquí no hay quien viva para reírse un rato.

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