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Juan Gaitán

El ruido y la furia

Juan Gaitán

Luz de agosto

Se nos acaba agosto, se nos va de las manos este mes que he sentido extrañamente denso, cargado de una humedad maciza. Muchos de sus días, en este sur que habito y que me habita, han amanecido nublados, con el cielo convertido en un animal pesado que dormita. Se nos va así un agosto en el que ni la luz ha sido de agosto, quizás porque ha sido el agosto con la luz más cara de la historia, una luz que sube de precio a su propia velocidad. El algún titular he leído «una luz disparatada», que es un buen octosílabo, quizás insertable en un poema sobre oscuridades.

Pero volvamos a la luz de agosto. Con ese título se publicó en español la famosa novela de William Faulkner a la que regreso casi cada verano. Siempre pensé que era un título cursi, inapropiado para una novela en la que una muchacha, una chiquilla apenas, «Lena, tan fácil de querer», viaja a pie desde el profundo sur al sur más profundo, embarazada y buscando al hombre que la ha preñado.

Fue en un artículo de Juan Carlos Onetti donde encontré una explicación a ese, para mí, misterio del título cursi impropio de Faulkner. Contaba Onetti que Guillermo de Torre, uno de aquellos poetas ultraístas (gran crítico literario), que hubo de exiliarse tras la Guerra Civil española, se encontró en la mítica editorial Losada, de Buenos Aires, con una traducción literal del título original light in august, o sea, luz en agosto, teniendo luz el significado de nacimiento, de dar a luz. De Torre debió pensar que luz en agosto sería un título confuso para los lectores en español, de modo que decidió poner el definitivo Luz de agosto, que quedaba, además de cursi, más confuso aún, pues luz de cualquier otro mes sería un título más o menos aceptable para cualquier librito de poemas con no demasiadas pretensiones.

Seguramente el bueno de Guillermo de Torre se acordó del color que tiene (o que solía tener) la luz de agosto en su lejana España y lo asimiló a la del Sur de los Estados Unidos, ese territorio mágico que fue el coto literario de Faulkner. Sin embargo, según Onetti en Buenos Aires, donde radicaba la editorial, la luz de agosto «es gris y tristona. Agosto se soporta porque antecede a septiembre y su primavera». Una luz gris y tristona como la de los amaneceres de este agosto que se termina y en el que nos estafaron más que nunca, cobrándonos un treinta por ciento más de la ya de por sí muy elevada tarifa, según confusas informaciones en las que solo queda claro que no tenemos ninguna posibilidad de reclamar y que nadie repondrá lo robado, como de costumbre, como nadie repondrá (porque, igual que el tiempo, jamás regresa) la luz perdida.

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