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Xavier Carmaniu Mainadé

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Xavier Carmaniu Mainadé

Septiembre, mes de cromos

Entre los rituales tradicionales de septiembre está el empezar a coleccionar cromos. Aunque no lo parezca, su aparición va ligada a la revolución industrial y al desarrollo de la publicidad moderna.

Septiembre compite con enero para coronarse como el mes de los rituales y las solemnes promesas. Después de cargar pilas durante las vacaciones de verano, mucha gente se ve con energía para acometer grandes empresas que suelen tener relación con los hábitos saludables. «Ahora sí que sí, voy a salir a correr cada día...», dicen; en cambio, hay otros que aspiran a saldar deudas pendientes con ellos mismos y se matriculan a un curso de inglés, o peor aún, van al quiosco a comprar fascículos para estudiar la lengua de Shakespeare por su cuenta.

Este tipo de rituales no son exclusivos de los mayores. Los más pequeños también tienen los suyos. Por ejemplo empezar una nueva colección de cromos. Aunque no es la única que hay en el mercado, la más popular sigue siendo la de fútbol. El inicio de la temporada de Liga y del curso escolar van de la mano y con ellos llegan los álbumes y los sobres.

Los humanos somos de coleccionar. Nos encanta acumular cosas, a veces de manera enfermiza: sellos, monedas, chapas de botellas de cava, postales... Y de viene de lejos. En el siglo III a. C. en Alejandría quisieron reunir todo el conocimiento y acabaron creando la biblioteca más grande del mundo. Lástima que los romanos la quemaron y nos privaron de un tesoro de valor incalculable.

Después, a lo largo de los siglos, hubo quien tuvo ganas de recoger cosas que le parecían interesantes. Durante la época de la Ilustración se dio un paso más. Con la voluntad de conocer cómo era el mundo y dar herramientas la gente para aprender, se empezaron a confeccionar colecciones con sentido pedagógico y científico. Las había de minerales, insectos, botánica... Buena parte de aquellos objetos recopilados, clasificados, ordenados y descritos fueron la base inicial a partir de la cual nacieron algunos de los museos actuales.

La Ilustración del siglo XVIII sirvió de base ideológica para dar impulso a las revoluciones del siglo XIX, que acabaron con las monarquías absolutistas y propiciaron el nacimiento de los estados liberales. Nacía la época contemporánea, una etapa de la historia que se ha caracterizado por un crecimiento económico y un desarrollo tecnológico nunca visto. Fue poner en marcha la máquina de vapor y aquello fue un no parar.

Con la sociedad industrial y la producción masiva cada vez había más productos y marcas. Las compañías comenzaron a buscar estrategias para captar más compradores y aparecieron actividades complementarias como la publicidad. Fue así como nacieron los cromos. Aprovechando que las técnicas de impresión habían mejorado, las empresas los regalaban como reclamo. Las tabacaleras inglesas fueron las pioneras. Primero con jugadores de críquet y a partir de 1898, la Marcus Tobacco puso en circulación una colección de cien cromos llamados Club colors. En la parte delantera había la ilustración de un futbolista de la liga y detrás ponían publicidad de la marca. La idea funcionó muy bien y enseguida fue imitada por sus competidores y por fabricantes de otros tipos de productos.

Cabe decir que había cromos pero no había álbumes. Los coleccionistas simplemente los guardaban dentro de latas de galletas o cajas de zapatos. Según el especialista en el tema Francisco García Cubero, el primer álbum editado en nuestro país lo puso en el mercado, en 1915, la editorial Tikets de Barcelona y se titulaba Album de Foot-ball. Tal y como explica García, tenía 54 cromos, y en ellos se recopilaban las alineaciones de los equipos, los jugadores más destacados e imágenes de las jugadas. Hay que tener en cuenta que hace un siglo no había los medios audiovisuales actuales y que ni siquiera existía la radio. La información deportiva era escrita y la gente seguía las evoluciones de su equipo a través de la prensa. Detrás de cada cromo había una breve explicación, que se podía leer siempre que se quería puesto que no se pegaban. Aquellas pequeñas piezas rectangulares se sostenían en las páginas del álbum gracias a unos pequeños agujeros para poner las cuatro puntas de cada cromo.

A partir de ahí salieron colecciones patrocinadas por marcas de todo tipo. Las chocolateras fueron las que más tiempo incluyeron álbumes y cromos y no sólo de fútbol; tal y como seguro que recuerdan nuestros lectores, que de pequeños también debían hacer sus propias colecciones.

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¿Y el fútbol femenino no?

El mundo de las colecciones de cromos de fútbol todavía tiene la asignatura pendiente de incorporar los clubes femeninos y sus jugadoras. Ha habido algunas iniciativas puntuales, pero no se ha llegado a editar una colección donde compartan álbum futbolistas de ambos sexos. Esto también ayudaría visibilizar el fútbol femenino entre las generaciones más jóvenes.

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