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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Espías y libido

En el murmullo televisivo del mediodía oigo que un psicoanalista tiene una treintena de cintas grabadas con opiniones de cercanos a Franco, cuyo contenido se hace público por primera vez con veredictos sobre la supuesta homosexualidad del dictador, la tara testicular que padecía por una herida de guerra y la paternidad de su hija. De la casete sale el testimonio de Ángel Alcázar de Velasco, novillero, falangista y periodista al que el dictador tuvo de espía anacleto en Londres. Un pieza al que se le acusó de conspirar -todos lo hacían contra todos- en el extranjero para cepillarse al caudillo. Su voz dirime sobre la lesión en el aparato genital, determinante para la tensión de la libido, y sobre quién es el verdadero padre de la nenuca: nada menos que Ramón Franco, que muere en un misterioso accidente de avión donde no se descarta la intervención de su hermano. Me voy a buscar un vaso de agua y decido desconectarme de la psicofonía. Vuelvo y sale de la pantalla un hilo conductor. Asombro. Otro anacleto, el excomisario Villarejo, cuenta en sede parlamentaria a los diputados que con el rey se estudió la posibilidad de aplicarle inhibidores de testosterona. Al contrario que su padrino del Pardo, el emérito tenía la libido de un salvaje de la Polinesia y su frenético deseo de copular ponía en aprietos a la seguridad del Estado. Freud tenía razón sobre el peso de la cuestión sexual en el desarrollo de la personalidad, pese a que los revisionistas de su teoría lo acusaron de darle demasiado énfasis al asunto. En la modorra, me entusiasmo con la anómala circunstancia de dos jefes de Estado, padre e hijo casi, conectados en sentido contrario por el sexo: uno seco, anémico e instigador de una represión sexual que dañó la mente de varias generaciones de españoles, y otro explosivo, capaz de las mayores trapisondas con todo lo que tuviese que ver con el deseo. Un paréntesis final: no confundir con que Franco se psicoanalizó, que como trama literaria sería genial. Pero no, son opiniones de otros recopiladas por un psicoanalista. Cosa muy diferente.

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