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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

La rayita del antígeno

Me dicen que hay personas que encadenan cuarentenas como si fuesen las cuentas de un rosario. Al acabar una salen despavoridos a la calle y sufren la desgracia -algo nada difícil- de tomar un café estrechamente con un amigo o amiga. ¡Gran cagada! De vuelta al encierro. Y así hasta una tercera vez. Esta variante se parece a la baba del caracol. Una persistencia e infiltración que hasta ha creado la adicción a los antígenos: el famoso test, que puede servir o no, podría estar a la par del paracetamol, pero su escasez -y hasta mercado negro- nos resitúa -al menos a los farmacéuticos- en una especie de estraperlo. Someterse a la prueba filtro más top viene siendo el nuevo ritual antes de una cena familiar, digamos que una Ouija en la que durante 20 minutos no se oye ni el vuelo de una mosca y donde las miradas esperan ansiosas el resultado. La Navidad de 2021/22 obtendrá el extraño récord de almacenaje en el congelador de alimentos cocinados. La rayita del antígeno se ha cargado muchas cenas y comidas, aunque tampoco se queda corta la marca alcanzada por la movilidad gastronómica: las fiambreras con las viandas han ido de un lado a otro para que nadie se quede sin llenar el estómago, pese al enorme desconsuelo -o suerte, todo depende- por no poder articular la mandíbula todos juntos ni trasegar de gorra los excelentes vinos del anfitrión. Años atrás el cotillón resultaba imprescindible para la velada, pero ahora lo es hacerse el test con los comensales observando fijamente el proceso del laboratorio casero. Y es que hay mucho glotón -o sentimental, depende- que se hace la prueba a solas y no dice nada de su positivo para no cargarse la cita. Una decisión que le dejará sin sueño durante varias semanas: contagio, incubación y despegue del mal. Noches de tensión a la espera de un desenlace y la consiguiente turbulencia tras afianzarse el positivo. La traición al grupo. Y como esto no se acaba nunca, tampoco hay churros con chocolate. Bajo la resaca y los eructos -o la acidez- otro antígeno para certificar la limpieza del cuerpo, pero no del bello espíritu.

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