La Provincia - Diario de Las Palmas

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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

Breverías 102

Siempre me ha desconcertado el diseño del cuchillo en los cubiertos de pescado. Me parece acertada la forma de paleta, para separar por ejemplo de la carne su escamosa piel. ¿Pero por qué diablos suele ser tan romo el filo del cuchillo, y deviene por tanto totalmente inservible si queremos eventualmente cortar un trozo de lomo de peto, bastante compacto, o a la hora de intentar separar de un buen tajo la cabeza del pescado de su espinazo?

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Un régimen autocrático tiene sin duda muchos inconvenientes. Pero también permite al dictador de turno tomar decisiones y llevarlas a cabo sin papeleo ni obstáculos, ni intromisiones de la oposición. Y en los casos en que acierta, como por ejemplo Hitler al ordenar la construcción de una extensa red de autovías por todo el país que todavía hoy son motivo de germánico orgullo, pues habrá que descubrirse: ¡chapeau!

Por tomar otro ejemplo de iniciativa dictada desde arriba, cabría citar entre las medidas sociales adoptadas por el general Franco, la de sembrar en la década de los 60 todo el Archipiélago canario de unos módulos escolares, con las aulas en la planta baja, y un muy popular complemento en la planta alta: un apartamentito para el maestro, lo que facilitaba el éxodo del mismo a pueblos donde podía ser difícil encontrar un alojamiento digno. Sin entrar en torticeros motivos de inculcar de paso a los infantes los principios fundamentales del movimiento, fue esta una medida muy constructiva en el campo educativo. Si algún pero cabría aportar, tal vez fuera en el ámbito arquitectónico por la seriada impronta de dichos módulos. Sin las oportunas correcciones de una ausente oposición más ilustrada, su aspecto de búnkeres de hormigón clonados, o proyectados para un aumento de tamaño en plan acordeón contribuyó por lustros a contaminar el paisaje de las Islas. Todavía perduran en algunos pueblos estos engendros brutalistas, en ocasiones prestando su siniestra sombra a alguna pintoresca ermita o cargándose el aire bucólico de la plaza mayor del lugar.

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Sin embargo no vayamos a pensar que este tipo de corrupción del paisaje es prerrogativa de regímenes totalitarios. En la Noruega de principios del siglo XX se acordó en un parlamento legalmente constituido, que para fomentar el espíritu religioso de la población, era indispensable emplazar en todo el territorio las oportunas iglesias. Se conminó por ello a los ayuntamientos pertinentes a que procedieran de inmediato a su construcción, de acuerdo con un modelo universal que el Estado impondría a sus administrados. Pues bien, pese a ser Noruega un modelo de conservación de sus famosas «stavkirke» –espectaculares construcciones de madera para el culto, de varios siglos de antigüedad– la solución impuesta fue la de un modelo único, de pedestre estandarización. Eso sí, eran indistinguibles de la imaginería infantil, pues parecían calcadas de los libros de ilustraciones donde los infantes aprenden a identificar con el dedito: «bicicleta», «tractor», «vaca» o «iglesia».

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