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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

La cofradía

Espero me perdonen si saco de nuevo a la palestra a la «Cofradía de San Millán de la Cogolla», nuestro pequeño grupo de aficionados a la buena mesa y a la cultura en general. Ello se debe a que recientemente ha llegado a mis oídos que algún lector de las vidas y milagros de nuestra hermandad se ha manifestado en términos poco elogiosos sobre lo que interpreta como «panda de comilones». Y encima con una denominación, «La Cofradía», que afirma recordar más un término mafioso tipo «Cosa Nostra» que el de un cónclave gastronómico y cultural.

¡Pues anda Ud. muy equivocado, caballero!

Si se ha impuesto con atención de lo que sobre esta asociación se ha escrito, verá que la estructura de fraternidad adoptada lo es precisamente por un andamiaje de buena amistad, unido tal vez a cierta organización cofradil, al identificarnos algunos con nuestro afán predominante: fray papilla, fray bodega, fray securitas, etc. cuidándonos de evitar cualquier tipo de jerarquía. Aunque a veces con ciertos roces apenas perceptibles, venimos asumiendo todos tácitamente un papel mancomunado de padres priores. Pero a lo que sí quiero oponerme enérgicamente es sobre cualquier objetivo mafioso de nuestra cofradía. Por un lado, la propia estructura de la misma está alejada de imperativos económicos o ideológicos. Nuestro grupo es en este sentido, como se dice hoy, perfectamente transversal. En lo político el arco va desde la derecha, bastante escorada hacia ese lado, hasta la izquierda, igual de alongada en la otra dirección. En lo religioso consecuentemente la misma disparidad, entre cofrades que llevan a sus nietos a las procesiones, y los que se apuntan a varios credos opuestos entre sí. Y la hermandad no se corta un pelo, en sus viajes allende los mares, en visitar con el mismo interés una logia masónica que una catedral. Y ya puestos, si se nos perdona cierta falsa modestia, no es de despreciar la labor social del grupo. Habiéndose cumplido los 25 años de existencia de la cofradía, varios de sus miembros han superado la edad de jubilarse. Pero si algo caracteriza este grupo es el carácter «injubilable» de sus integrantes, aprovechándose de su experiencia profesional, que es amplia y fértil. Así, no dudan en ejercer desinteresadamente de maestros impartiendo sus conocimientos y sus consejos a colectivos de mayores o desfavorecidos. Y no cabe poner en duda el carácter desprendido de los cofrades desde la generosidad de algún voluntario, ayudando en las colas del hambre, o de otro que no ha dudado en acoger en su hogar a una familia de ucranianos, hasta la de un tercero que no ha dejado en 40 años de apoyar punteras instituciones de ayuda social.

Y sepa también nuestro crítico que si los cofrades efectivamente hemos cultivado las alegrías de la buena mesa o las bendiciones de la cultura, lo ha sido siempre con la voluntad de compartirlas. Y que con la misma ilusión le enseñaremos el modo de servir correctamente un gin tonic –con la ineludible varilla a lo largo de la cual ha de verterse con delicadeza la tónica para que no se rompan las burbujas– como le ilustraremos sobre las desopilantes andanzas de Fray Gerundio de Campazas, hilarante ejemplo de las esencias culturales a las que ha podido acceder esta cofradía.

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