Reseteando

Testosterona verbal y golpe de Estado

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez / Edu Botella - Europa Press

Javier Durán

Javier Durán

No se ha abusado de la ilegalidad, ni de la violencia ni de la fuerza por parte de un grupo reducido, pero los socialistas, socios y otros adláteres no han dudado en elevar el marcador de la testosterona verbal y llamar al veto del Tribunal Constitucional a la reforma judicial de Pedro Sánchez nada menos que golpe de Estado. Un 18 de julio de togas desarmadas que, en caso de haberse consumado como derribo de la democracia, como se ha dicho tanto, se merecía en justa proporcionalidad la rebeldía de los otros poderes. No ocurrió porque era un artificio. Todo esto parece increíble, pero se ha querido comparar lo vivido con algo similar a las hordas con cuernos y pieles que entraron en el Capitolio de EEUU para frenar el nombramiento de Biden. No quiero entrar en el pedazo de debate de quién mancilla más las instituciones, si el PP o el PSOE. Se me va de las manos y del cuenco neuronal. Ahora, resulta muy irritante para el colon contemplar a una serie de señores llamando a la serenidad y engrandeciendo la solidez democrática de la patria, mientras crece el ecosistema del golpismo. Arde la noche con comparecencias vetustas, desde el Congreso al Senado pasando por Moncloa, que tratan de transmitir la especie de cataclismo que se ha conformado y que se asemeja a un pronunciamiento militar. Frente a este espectáculo de la mercadería político-judicial, el pueblo brilla por su sensatez, sigue viendo a Messi, no comprende de qué coño va el lío, lucha con los tipos de interés, insulta a la inflación, trata de estirar la vida del coche familiar... Y por supuesto que no sale a la acera ni a los garajes para defender el modelo vigente del llamado golpe de Estado, conscientes de que nos encontramos ante otra chapuza que se pretende revestir de sanjurjada o tejerazo. Esto sí que es ser de la pandilla siniestra del cojeta Joseph Goebbels. No pueden reventar el brillo de la democracia entre Feijóo y Sánchez, a base de espátula y aguarrás, y luego colocar a los españoles ante una película de Berlanga con el derrape conspiratorio de un golpe de Estado.

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