Retiro lo escrito

Torres y sus mojos

Hay que ser presidente del Gobierno o como mínimo viceconsejero para mandarse un cherne

Torres en FITUR 2023

Torres en FITUR 2023 / ACFI

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

En un breve pero denso e inteligentísimo ensayo, La televisión, el sociólogo Pierre Bordieu, apuntaba certeramente las razones por la que la política no suele formar parte de la programación de las cadenas: «En un mundo dominado por el temor a ser aburrido y el afán de divertir a cualquier precio, la política está condenada a aparecer como un tema ingrato que se excluye en la medida de lo posible de la gran audiencia, un espectáculo poco estimulante, incluso deprimente y difícil de tratar, que hay que convertir en interesante». Esto ocurre, sobre todo, en Estados Unidos y en Europa. En Argentina, por ejemplo, Jorge Lanata dirige un programa de televisión los viernes por la noche, titulado para colmo Periodismo para todos, que ofrece periodismo de investigación en materia política y empresarial y disfruta de una magnífica audiencia. Aquí la política, en cambio, no se tolerara fácilmente en el mundo audiovisual. En la misma televisión pública canaria, por ejemplo, han sido excluidas las entrevistas largas con dirigentes políticos – las muy contadas las realizan gente digna de toda confianza de la Casa – ni existen debates abiertos sobre asuntos de actualidad. Aquí desaparecen cuatro millones de dinero público en una aparente estafa relacionada con la compra de material médico durante la pandemia y la RTVC ni tiene libertad para investigar este descalabro ni, por supuesto, organiza un debate entre políticos, técnicos y periodistas. Y nadie pestañea siquiera: todos estamos ya plenamente acostumbrados.

Sin embargo los políticos deben aparecer en la televisión. Y por dos motivos. Primero, por toda la financiación que depende de los dirigentes políticos – desde el Ejecutivo, desde los cabildos, desde los ayuntamientos – y que por supuesto no se entrega gratis. Segundo, porque los políticos, en regímenes de democracia parlamentaria o representativa han venido a sustituir parcialmente a las viejas aristocracias del pasado. Lo único relevante es que, tal y como explicó Bordieu, hay que convertir la política en algo divertido, curioso, picante. Hay que espectacularizarla.

El otro día salió por la televisión de una web el presidente del Gobierno de Canarias haciendo un sancocho. Era de cherne, una carne de pescado deliciosa y ahora mismo francamente cara. Hay que ser presidente del Gobierno o como mínimo viceconsejero para mandarse un cherne. El programa estaba técnicamente muy bien hecho, en realidad impecable. Y ahí estaba Ángel Víctor Torres escurriendo el pescado, pelando las papas, preparando un mojo. Ni muy torpe ni muy habilidoso el hombre mientras respondía sobre lo que le gustaba comer a su hijo de siete años, y otros asuntos apasionante. De vez en cuando resultaba obvio que el presidente pensaba en otra cosa, lo que no es nada extraño. ¿Por qué se presta a eso un presidente del Gobierno?. Y lo harían todos, sus tres antecesores y los tres sucesores que lo sigan en la Silla del Guirre. La respuesta es tautológica: se sale en la tele para salir por la tele. Porque en la tele Torres –como todo político – no informa sobre su gestión, sino que construye y perfecciona su personaje. Y el medio, por supuesto, lo agasaja para su debido lucimiento. La contribución al conocimiento de nuestra política, nuestra economía o nuestra sociedad, con todos sus conflictos en red, es completamente nula.

A mí estos programas se me antojan abominables en medio de la miseria informativa en la que chapotean los ciudadanos inermes que no pueden y a menudo no quieren saber nada de la política, salvo maldecirla. Claro que es peor cuando incluso produces tus propios contenidos, como esa exalcaldesa tinerfeña que se graba a sí y a su hijo comiendo las uvas mientras suenan las campanas de fin de año y la sube a las redes. Que esta gente se haya vuelto loca no es un pretexto para que nos traten como estúpidos.

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