A la intemperie
Dinero negro
Por lo visto, hay una «banca en la sombra» que nada tiene que ver con los sistemas bancarios de toda la vida y que carece de la supervisión de los organismos reguladores convencionales. No se trata de una banca clandestina, creo yo, pero quizá se encuentra en la frontera de la legalidad. En cualquier caso, juega con fondos de inversión transparentes, si alguna transparencia hubiera en los asuntos financieros, lo que significa que su plan de pensiones, sin que usted lo sepa, podría tener metida una pata ahí. De hecho, el 50% de la economía global está contaminado de toda esa oscuridad. Quiere decirse que vivimos sobre una bomba de relojería, pues si la banca en la sombra quiebra (y lo hace de vez en cuando para que alguien se forre) quiebra el sistema. En otras palabras: quebramos usted y yo.
El otro día, en una discusión de sobremesa, un amigo afirmaba que fuera del sistema no hay nada, de modo que estamos obligados a jugar con sus reglas.
-¿Quieres decir que tenemos que ser dóciles? -preguntó alguien.
-Más o menos -respondió-. El término dócil no suena bien, pero eso es lo que hay.
La verdad es que ya somos bastante dóciles. Comulgamos con ruedas de molino. Nos hemos convertido es espectadores de nuestra vida, que es el colmo de la sumisión. Un joven, ahora mismo, se levanta de la cama, se sienta en el sofá, y ve pasar su existencia por la tele. Ahí está, buscando su primer trabajo. Ha estudiado ingeniería espacial, pero trabaja de camarero porque somos un país de servicios. Con suerte, conseguirá un curro de administrativo en una gestoría de venta de pisos y pasará varios años con contratos precarios y sueldos de hambre. No podrá irse de la casa de sus padres, no podrá casarse, no podrá tener hijos. Como es muy dócil, se alegrará cuando escuche que ha descendido el paro, porque el paro desciende, aunque la gente no lo note. También baja la inflación, pero la fruta sigue por las nubes. Usted y yo no tenemos alternativa; la banca tradicional, en cambio, puede pasarse a la banca oscura en un abrir y cerrar de ojos. El cajero de la banca oscura, al que la gente normal no puede acceder, debe de escupir dinero negro.
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