Volando bajito

El hombre que cambió mi vida

Guillermo García-Alcalde.

Guillermo García-Alcalde.

Marisol Ayala

Marisol Ayala

Hace unas semanas que quienes hemos transitado la redacción del periódico LA PROVINCIA, desde El Sebadal hasta la Avenida Marítima de Las Palmas de Gran Canaria, conocíamos el proceso que para salvar su vida estaba librando Guillermo García-Alcalde, exdirector general de Prensa Canaria. Como ya todos conocerán, al final no pudo ser. Confieso que hilvanar unas letras en recuerdo de García-Alcalde no me resulta fácil. De su mano entré en Diario de las Palmas y, poco después, en LA PROVINCIA. Guillermo sabía quién era aquel personaje que vio en mí, una pobre redactora recién llegada y con más pasión que tablas, a una enemiga a batir. Un día me atreví a a tocarle en su despacho y le conté mis miedos. Yo por entonces no tenía a nadie que sacara la cara por mí pero desde ese día, desde aquella conversación con Guillermo, mi vida cambió de tal manera que aunque aquel simplón con cargo siguió humillándome yo me armé de valor para hacerle frente. Cómo sería la rabia que en mí desataba esa persona que un día, antes de hablar con García-Alcalde y sabiendo que me jugaba el puesto de trabajo con el que mantenía a mi familia, le hice frente en medio de la redacción advirtiéndole que me marchaba a la competencia si continuaba machacándome. Eran otros tiempos, aquellos en los que ser mujer te restaba derechos que sí tenían los varones. En honor a la verdad, esa no fue nunca la realidad que junto a otras compañeras viví en la que durante décadas fue –y sigue siendo– mi empresa. Guillermo, y eso lo juro por mis hijos, después de aquel enfrentamiento me llamó a casa. Días más tarde me citó en su despacho y fiché por LA PROVINCIA, que se convirtió en un hogar donde García-Alcalde, incluso tras su jubilación hace una década, continuó estando presente.

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