Aquí una opinión                                                                                                                                                                           

Un buen día

La terapia 'Fibrowalk' mejorar la función física, el bienestar psicológico o el estado de salud mental.

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Mary Cejudo

Sé que no mereces una columna. Quizá ni una línea. Y yo, me siento demasiado vieja como para interesarme por los individuos ariscos pero, al mismo tiempo, eres un ejemplo del frío tejido de la malcriadez que está impregnando todos los rincones de la cotidianidad por la que nos vemos obligados a transitar. Y es por ello que te la dedico a ti, que vas por ahí avasallando al otro.

Llegamos, al mismo tiempo, a la estrecha puerta de la tienda. Hombro con hombro. El empujón que me diste para adelantarte ya hablaba de tu descerebrada tenacidad en que la estupidez forme parte de tu patrimonio natural porque ni era importante la misión ni íbamos, ninguno de los dos, a alargarla más de unos segundos.

Pero tú querías pasar primero. Así que dado mi pacifismo fruto de mi linaje intelectual, no protesté ni hice amago de adelantarme ni, por supuesto, esperé ninguna clase de hipócrita disculpa. En tu caso, hubiese sido tan vano como arrojar piedras al sol.

Pero lo que sí quisiera, es imaginar que leerás este escrito o que si no, lo hará alguien tan similar a ti en comportamiento, de esos que disimulan sus frustraciones con gritos, bocinazos, miradas atravesadas y otros adornos personales quien, ojalá, se sienta aludido y, además, lo más afrentado posible. Lamentablemente, en un arco de la sociedad tan extenso que, ni siquiera, podemos culpar de esa falta de valores a la no posibilidad de acceso a los estudios. Envenena todos los estratos, desde sus bases hasta sus techos.       

Así, quiero que sepas que, a continuación de tu embestida, me desplacé a una cita concertada en un organismo público y que la persona que me atendió, cuando entrevió mi bata de voluntaria que sobresalía de la bolsa, me preguntó e insistió en darme 20 euros para la asociación para la que trabajo, a pesar de que recalqué que no podemos recoger fondos sin una hucha institucional. «Tú lo pones dentro», me dijo, con una confianza que tanto agradecí y más aún pensando en que ese billete significaba más de una hora de su quehacer laboral. Y quiero que sepas, también, que cuando llegué al hospital donde ese día iba a colaborar, los compañeros del Economato, aún con la habitual sobrecarga de tareas, nos suministraron, con celeridad solidaria, lo que íbamos a necesitar para el servicio de carritos de ciertas áreas oncológicas. Y lo hicieron, como siempre, sin quejas, como disfrutando de la alegría que encuentran en ser útiles con el trabajo porque son gente buena que vive en paz consigo mismo. Y la van, como desparramando por su entorno. Y, finalmente, quiero que sepas que, al final del día, nos reunimos los antiguos compañeros jubilados y no faltó ninguno lo cual es la mejor señal de salud y ganas de compartir cuando el paso del tiempo nos regala el convertirnos en    amigos.

O sea, gocé de un buen día. Babeo de gusto al imaginar el que pasarías tú, si el karma ese que dicen, de verdad existe…   

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