Al azar

Arabia se compra España

Luis Rubiales.

Luis Rubiales. / EP

Matías Vallés

Matías Vallés

Osea que Rubiales fue un visionario, al trasladar la Supercopa de honda raigambre española a Arabia, en sintonía con el proyecto Vision 2030 de Mohamed Bin Salman. O sea que Trump se comportó como un estadista ejemplar, al rehabilitar al heredero ligado al descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi. Bienvenidos a la Realpolitik. Los apaciguadores hablan de «Estado saudí», que equivale a referirse a la «democracia norcoreana». No existe una realidad estatal en la península, solo la santa voluntad del hijo del Rey que decide y controla la compra de Telefónica, aplaudida por los mismos que acusan de tirano al maniatado Pedro Sánchez. Las evidencias no impiden que la seráfica Nadia Calviño se deleite con el «carácter amistoso» de la operación, debió consultar antes con los políticos y empresarios secuestrados sin complejos por el comprador.

Quienes exigen pureza a la plebe son los primeros en venderse por el proverbial plato de lentejas. España está barata y Telefónica todavía más, a una quinta parte de su techo bursátil. Por tanto, el país tan jaleado por sus comentaristas renuncia a su soberanía, siempre que las condiciones sean impuestas por el árabe MBS y no por el abyecto/vil/genocida Puigdemont. El ingenuo Zapatero acuño la terminología de los «campeones nacionales». Desde entonces, la Nación ha perdido la energía, la banca y las comunicaciones. A cambio, ha ganado media docena de Champions.

Antes de que le sermoneen, interrumpa la monserga con una inquietud básica, ¿se podrá hablar tranquilamente por los cables telefónicos de la relación entre Mohamed bin Salman y el descuartizado Khashoggi? O tal vez se encenderá una vigilante lucecita de alarma, si algún abonado menciona las atrocidades de Arabia Saudí en el Yemen. Los entusiastas del «desembarco cordial» le replicarán que el fanático de los videojuegos solo ha adquirido una compañía telefónica. En efecto, a MBS le han bastado dos mil millones de euros para demostrar que tiene en sus manos un país entero, que ahora también es el suyo. Ojalá la compraventa sirviera al menos para exterminar a los moralistas de la política.

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