Volando bajito

Las casualidades

Marisol Ayala

Marisol Ayala

Habíamos cruzado algunas palabras, pocas. Cada cual iba a lo suyo y nuestras despedidas siempre terminaban con ‘pagar un café que nos debemos’. Hace unos días yo consultaba el móvil y ella ojeaba una revista. Comenzamos a comentar los días de calor y alguna bobería más. Me preguntó por mi nieto y yo por los suyos. «No hay mayor alegría que escucharlos, verlos y leer sus Whatsapp. Esos niños son lo más grande». Le dije que viene una en camino y se le iluminó la cara. De pronto comentó que hace años que lee mis textos. «Estuve a punto de llamarte hace catorce años, cuando viví el espanto de perder un hijo. Varios intentos de suicidio hasta que finalmente lo consiguió». Desde que escuché esas palabras traté de no meterme en esa confidencia esperando que fuera ella la que llegara hasta donde quisiera llegar. Entonces, me contó que dos años después una hermana decidió hacer el mismo recorrido.

¿Cómo se puede vivir con la carga de esas experiencias tan duras?, le pregunté. «Pues refugiándome en mis amigas, en la gente que me quiere y quiero; en el deporte; en la playa; llenando las horas vacías...Vivir en la pena, en el dolor, no sirve de nada», concluyó.

Cuando nos despedimos le pregunté el motivo por el que quiso hablar conmigo en aquellos días amargos. «No lo sé, tal vez para conocerte y llenar un rato mi vida».

Coincidencias de la vida.

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