La opinión del experto

La fascia, ese tejido ignorado

Martín Caicoya

Martín Caicoya

Me comentó un médico del trabajo que en el nuevo hospital muchos trabajadores acudían a la consulta por fascitis plantar. Lo atribuían a los largos desplazamientos. Esa microepidemia desapareció cuando se acomodaron al nuevo centro de trabajo. Parecía una respuesta psicosomática como rechazo al cambio.

La fascitis plantar generalmente causa dolor punzante en la planta del pie, cerca del talón y se puede equivocar con el espolón calcáneo. El dolor suele ser más intenso al dar los primeros pasos tras un descanso, típicamente, la noche. Se supone que la fascitis plantar, es decir inflamación de la fascia, es una respuesta a sobrecarga, aunque puede aparecer sin causa evidente, de manera caprichosa, como desaparece. De todas formas, con reservas, todo aquello que exija más al sostenimiento del arco puede desencadenarla, como carreras de larga distancia, ballet, obesidad, pasar mucho tiempo de pie y la biomecánica adversa tipo pies planos.

La fascia es una especie de tela elástica que empaqueta órganos y tejidos. Hay dos tipos, una más densa y otra más suelta. La primera está hecha de fibras de colágeno resistentes, da forma al cuerpo al mantener en su sitio músculos, órganos, vasos sanguíneos y fibras nerviosas. Ambas fascias tienen un papel protagonista en el sistema locomotor. La densa ayuda a que los músculos se contraigan y estiren y estabiliza las articulaciones. La fascia suelta, más resbaladiza, facilita que los músculos, articulaciones se deslicen unos sobre otros como una máquina bien engrasada. La plantar es muy densa, una banda que se inserta en el talón y recorre la planta del pie hasta la base de los dedos. Da forma al pie, sostiene el arco plantar y absorbe el impacto al caminar.

Hasta recientemente se tenía a la fascia por un tejido inerte, pasivo, hecho de unas proteínas que por su forma pueden estirarse y contraerse, el colágeno. Investigaciones anatómicas descubrieron que está inervada: es un tejido vivo que responde a la demanda, como todo el organismo, acomodándose cuanto puede.

No se conoce bien su fisiopatología. Se supone, por analogía, que los daños de la fascia ocurren bien por una demanda excesiva o por microtraumas en pequeñas exigencias repetitivas. Hay situaciones y circunstancias que se asocian a trastornos en el tejido de la fascia. Por ejemplo, el sedentarismo prolongado puede hacer que se vuelva rígida y desarrolle adherencias que limitan la movilidad, incluso que se remodele. Lo mismo que puede ocurrir con el mantenimiento de una postura forzada, es el caso de trabajar con la espalda encorvada frente al ordenador: está provocando una tensión estable en la fascia del aparato musculoesquelético del cuello y espalda, una tensión a la que responde modificándose en tamaño y elasticidad.

El resultado es que se tienda a adoptar la postura que la fascia favorece, encorvada y siempre dolorosa. La inflamación o retracción de la fascia de una parte del cuerpo puede obligar a una compensación mediante adopción de posturas forzadas en otras partes que empeoran la situación.

Todo esto son hipótesis con las que se puede explicar algunos fenómenos musculoesqueléticos de dolor, rigidez. La experiencia de dolor sordo, tensión y sensación de tener los músculos cargados es común tras un ejercicio intenso. No son agujetas, que suelen aparecer cuando demandamos a los músculos que realice una contracción excéntrica, como bajar un monte. Ahí los cuádriceps se contraen resistiendo la tendencia natural de la rodilla a extenderse.

La teoría es que se rompen las miofibrillas musculares y sus detritus irritan las terminaciones nerviosas. Podría ser una inflamación de las fascias, pero no es lógico porque no están especialmente exigidas. Sí pueden ser ellas las responsables del dolor sordo como consecuencia de un exceso de carga. Porque no puede proceder de los músculos ya que no tiene receptores nerviosos del dolor.

Si sedentarismo, reposo prolongado, demanda excesiva en cantidad o tiempo son las hipotéticas causas de la inflamación de la fascia, la forma de evitarlas es la realización de ejercicio de manera moderada y frecuente. Es posible que el ejercicio de fuerza también fortalezca la fascia al estar exigida por la demanda a los músculos. También parecen saludables los ejercicios que implican una variedad de movimientos, como bailar, saltar, jugar tenis y nadar que ayudarían a mantener la fascia lubricada. Los expertos recomiendan encarecidamente movimientos que implican rebotes porque la obligan a estirarse y contraerse. El exceso puede ser perjudicial.

Desde hace años hay un consenso amplio sobre la recomendación de ejercicio para conservar y mejorar la salud musculoesquelética y cardiovascular: aeróbico al menos cinco veces por semana unos 30 minutos o el equivalente en menos sesiones. Siempre exigiendo al organismo para que se adapte y mejore su fisiología. Se debe completar con ejercicio de fuerza dos o tres veces por semana. Menos probada está la recomendación de estiramientos. Quizá la investigación sobre el papel de la fascia ayude aclarar su utilidad. Todo indica que pueden ser importantes en el mantenimiento de una fascia saludable.

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