Tropezones

Vivencia plus

Lamberto Wägner

Lamberto Wägner

Entre las ocupaciones a las que me dedicaba en Suecia para costear mis estudios universitarios estaba la de traductor, normalmente de sueco al español.

Las traducciones de tipo técnico solían ser las más fáciles, entre otras razones por no requerir ninguna floritura literaria, pudiendo repetir sin pudor la misma palabra hasta cuatro veces en una misma frase. Como se cobraba por palabra, también este tipo de traducción, por ejemplo de folletos técnicos, eran los más rentables. Las traducciones literarias, y no digamos de poesía, llegaban a ser excesivamente laboriosas, pues hallar la versión acertada de una sola palabra específica podía suponer una inversión de tiempo ruinosa . Porque aunque no se lo crean, incluso para un idioma de andar por casa como el sueco, no siempre es posible encontrar para un término concreto su correspondencia en español.

Les pondré un curioso ejemplo. En sueco hay un término para denominar una experiencia grata, impactante y digna de reseñar, que es «upplevelse». Traducirla como «experiencia» se queda corta. Otra opción podría ser tal vez «vivencia». Pero cuidado, porque es esta precisamente una palabra que pretende suplir un término que no figuraba en el acervo lingüístico español. La palabra vivencia es de nuevo cuño, concretamente del año 1913, y fue inventada por el filósofo y escritor, que también traductor, José Ortega y Gasset. Y en esto permítanme que me identifique con nuestras comunes cuitas de traductores. Nuestro filósofo no estaba traduciendo sueco, sino alemán, y se topó con el mismo problema que un servidor. Para encontrar una versión del término «erlebnis», el equivalente alemán de mi «upplevelse» sueco, no daba en español más que con el término «experiencia», mucho más limitado, y que además ya cuenta en alemán con su correspondencia exacta, la palabra «erfahrung». En sueco para «experiencia» a secas ya contamos también con «erfarenhet».

¿Y qué se le ocurrió a nuestro traductor? Al fin y al cabo, era todo un Ortega y Gasset: ¿ cómo iba a arredrar este tipo de reto a un filósofo y artesano de la palabra como él? Pues ni corto ni perezoso echó mano de su creatividad, supliendo la carencia del español e inventándose la palabra de la que desde hacía siglos andaba huérfano el patrimonio lingüístico:¡ «vivencia»!

Si ahora buscan Uds. en el diccionario de la Real Academia Española la palabra vivencia, verán que está plenamente incorporada al idioma español; «hecho de experimentar algo y su contenido» en primera acepción, y «hecho de vivir o estar vivo» en segunda.

Con lo cual, apenas se diferencia de la palabra «experiencia», que ya existía anteriormente.

Total, que seguimos igual que antes. No es tampoco esta la palabra que necesita el idioma para calificar una experiencia, o una vivencia impactante como el disfrute de la segunda sinfonía de Mahler, asistir al parto del primer hijo, o ponerse al volante de un Lamborghini. Esto sí que son «upplevelses». Describir como pedestres vivencias lo que constituyen verdaderos acontecimientos y celebraciones, me perdonarán pero viene a ser hacer un pan como unas tortas.

Para ser un poco más comedido, digamos que en el palabro «vivencia» se echa en falta esa carga de contundencia y positividad de la versión alemana que pretendía transfundirle el filósofo. Vamos, que igual al final el término se ha quedado como invertebrado, ¿verdad Don José?

Suscríbete para seguir leyendo