CANARISMOS

Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo

Imagen de archivo

Imagen de archivo / LP/DLP

Luis Rivero

Luis Rivero

El grajo o graja es una especie de cuervo (de la familia de los córvidos). En la isla de La Palma hemos escuchado este términos entre hablantes locales para nombrar indistintamente tanto al cuervo como al grajo propiamente dicho, del que la taxonomía dice que es un poco más pequeño que este. Para la sabiduría popular es un ave que cuenta con muy mala reputación, es longevo y su alimentación está compuesta por un «menú» a base de insectos, frutas, carnes mortecinas (lo que lo convierte en un carroñero ocasional), pájaros, pollos, pescados y granos (sin que muestre respeto por las simientes de los sembrados). Se le describe también como atrevido, astuto, hay quienes dicen que malvado, dotado de buen olfato y ladrón por naturaleza. Macho y hembra se guardan fidelidad y mantienen sus propios ritos amorosos similares a los de las palomas.

Si ven que alguien se acerca a su nido con intención de robar sus huevos o destruirlos, agarran piedras, alzan el vuelo y sobrevolando la cabeza del intruso, dejan caer las piedras para disuadir al sujeto de su propósito. Dicen que son fáciles de domesticar y tienen la capacidad de aprender a hablar o de repetir palabras, lo que no deja de resultar gracioso. Cuando estos animales ven caer muerto a un congénere por disparos de un cazador, vuelan en grupo en torno al agresor emitiendo fuertes graznidos de manera amenazante, como si exigieran venganza. Es pájaro de mal agüero del que se dice que «abarrunta» muerte o, cuando menos, trae mala suerte. No sabemos si esta mala fama es merecida o no, pero lo cierto es que no se ha ganado las simpatías del hombre del campo. Con tal reputación, se le ha asociado siempre a hechos infaustos, de manera que nada que presagien estas aves puede ser bueno.

Sin embargo, este refrán castellano que podemos escuchar en la isla de La Palma convierte al grajo en una especie de pronosticador que vaticina a través de su vuelo la señal inminente de un día muy frío. Esta suerte de aberrunto parece tener un fundamento del todo atendible desde el punto de vista de la meteorología que se podría explicar de este modo: cuando se encuentran en la atmósfera una masa de aire frío con otra masa de aire más caliente, las capas de aire más frío se sitúan a baja altura. Esto obedece a que el aire caliente es menos denso que el aire frío, lo que significa que pesa menos por unidad de volumen. Por tanto, el aire caliente (o menos frío) se eleva sobre el aire más frío que es más denso y tiende a hundirse. Esto provoca que, en invierno, se desplacen masas de aire frío que tienden a situarse en capas más bajas de la atmósfera. Y estas capas de aire gélido que se sitúan sobre el suelo —por así decirlo— son utilizadas por las aves para planear mientras se desplazan con un mayor ahorro de energía. Por ello, cuando los grajos vuelan a baja altura (cerca del suelo), se suele decir que barruntan frío o se constata este aserto meteorológico.

El decir es neutral desde el punto de vista de la reputación de esta ave (en este sentido, el papel de «zahorí» de fenómenos atmosféricos no es muy distinto al de otros animales, ya sean hormigas, camellos, abejas, gatos o gaviotas); es constatable y conclusivo, en cuanto contiene un aserto sobre un fenómeno meteorológico veraz. La frase cuenta con dos partes bien diferenciadas, una que se refiere a un «indicio», señal o condición («cuando el grajo vuela bajo») y otra conclusiva que «pronostica» o confirma la existencia de un fenómeno atmosférico («hace un frío del carajo»). Donde la expresión «del carajo» quiere decir ‘mucho’, ‘muy grande’ o ‘muy intenso’. El refrán recurre a una rima entre los términos «grajo/bajo/carajo» con clara finalidad nemotécnica para facilitar la memorización entre hablantes de que cuando se produce esta señal («el grajo vuela bajo») que ha sido constatada en a lo largo, probablemente, de centurias, quiere decir que hace mucho mucho frío.