Opinión | Reseteando

Mascarillas y la verdad, no la gran mentira

Mascarillas precintadas en el Palacio del Vino de Almendralejo.

Mascarillas precintadas en el Palacio del Vino de Almendralejo. / / SES

Un efecto nefasto de la corrupción es su normalización, que crezca socialmente el deseo de imitar la falta de ética y el estilo de vida de los corruptos, al tiempo que se asume e incorpora la conducta corrupta para burlar las normas con un enriquecimiento ilícito. Los pelotazos de las mascarillas, así como los indicios de tráfico de influencias para conseguirlos, extienden la creencia de que los imbéciles son los que trabajan sin pausa. En el otro extremo, los listos que en un par de horas cuadriplican los beneficios de unas empresas desfondadas, mientras la muerte es el signo de un país asediado por una epidemia mortal.

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No podemos quedarnos en posición Buda viendo otra gran mentira: lo fue la del 11M y las ansias por atribuir la autoría de la masacre a ETA, y lo es también ahora el descubrimiento de que el erario publico fue atacado por comisionista de todo pelaje durante la emergencia. Nadie en este Archipiélago ha dado una explicación quirúrgica con respecto a los sobreprecios autorizados, el encargo fallido, el pago no devuelto, presiones en las alturas, intermediarios, ramificaciones en un concurso para la adaptación y dotación tecnológica del inmueble de la Agencia Tributaria Canaria. El presidente Clavijo asegura que hay en curso una investigación para conocer qué se hizo en la etapa de Ángel Víctor Torres.

Los ciudadanos canarios esperan el resultado de la misma, porque de ello depende la confianza en la transparencia, no sólo de la gestión política, sino también de los controles que tienen por misión fiscalizar el gasto público. La columna de humo que se trata de imponer, tanto por socialistas como por populares en los respectivos affaires que les afectan, lleva a pensar que la ciudadanía será la gran perjudicada: no sabrá nunca la verdad, una incógnita que la acercará peligrosamente a ese estado de aceptación natural de la corrupción. No hay ningún sistema impermeable frente a los ataques de los corruptos, ni existe ética capaz de frenarlos.

El siguiente paso es admirar al comisionista, intentar vivir como él e incumplir las reglas comunes.

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