Opinión | Tropezones

Sísifo 2.0

Sísifo.

Sísifo.

El bueno de Sísifo, hijo del dios del viento Eolo, tuvo la mala ocurrencia de chivarse al padre de la ninfa Egina, de la seducción y posterior embarazo de la misma, a manos del todopoderoso dios Zeus. Conocida la afición del vengativo Zeus a imaginativos castigos, a Sísifo le tocó verse condenado a empujar una gigantesca roca redonda montaña arriba, hasta alcanzar la cima, momento en que el inmenso tenique rodaba cuesta abajo hasta el punto de partida, para que Sísifo volviera a remontarla hasta arriba; y así una y otra vez por toda la eternidad.

Pero lo que Sísifo no podía ni haber soñado, es que este proceder iba a ponerse en sistema muchos siglos más tarde, pero no como una penalización a los humanos, sino como un modo de facilitarles la existencia. ¡Estamos hablando de las «baterías gravitatorias»!

Me disculpo por infligir a mis lectores una nueva lección de almacenamiento de energía, tan necesaria hoy día ante el auge de las asaz inconstantes renovables. El último capítulo iba de almacenar agua a gran altura, dejarla caer accionando unas turbinas para producir electricidad cuando faltara en las redes, y volverla a subir bombeándola cuando esta sobrara.

Pues bien, imagínense que en vez de agua soltáramos piedros desde una altura importante, y los volviésemos a subir a su punto de partida como Sísifo en su día.

Así de sencillo es el principio de las llamadas baterías gravitatorias. El más claro ejemplo es una instalación en pleno funcionamiento en Rudong en las proximidades de Shangai. Se trata de un enorme edificio de aspecto cúbico, de unas 20 plantas de altura que alberga un complejo sistema de poleas mediante el cual se elevan bloques de hormigón de 20 toneladas hasta la última planta. Cuando la red de la zona necesita energía adicional se dejan caer los bloques que van descendiendo suavemente al tiempo que las correas de transmisión que los sustentan van moviendo los generadores que compensan a la red del déficit de electricidad.

E inversamente, cuando sobra la energía en la red, se utiliza la misma para activar unos motores que mediante el mismo sistema de correas y poleas devuelve los bloques hasta el ático. Esta ciclópea pila es capaz de abastecer las necesidades eléctricas de una población de 10.000 hogares.

Se trata de un sistema original que se aprovecha de la gravedad, un bien gratuito y permanente, y donde lo único que se precisa es el espacio necesario para implantar un edificio, cuyo aspecto se asemeja al de un gigantesco garaje. Y si se quiere ocultar el impacto visual de tal mamotreto, ¿por qué no hacerlo subterráneo?.

Lo que me lleva a considerar un posible emplazamiento local: habida cuenta de la presencia en Güimar de unos enormes agujeros ocasionados por una cantera depredadora, y que son actualmente objeto de denuncias y multas millonarias, ¿por qué no darles un uso ubicando un par de estas baterías gravitatorias en su interior? La ventaja principal es que no se necesita agua, elemento indispensable en algunos aprovechamientos que se han venido barajando hasta el momento, eso sí, metiéndolos con calzador.

¿Y si me apuran, emulando el alucinante proyecto Chira Soria de Red Electica de España en Gran Canaria, no cabría insinuar el inmenso futuro de este sistema, esta vez en Tenerife, a algún directivo de REE?

Yo ahí lo dejo….