Opinión | Tropezones

Viaje a George Sanders

Viaje a George Sanders

Viaje a George Sanders / La Provincia.

Mi buen amigo J.M.G. es un profundo conocedor del séptimo arte, empero en una dimensión a la que vendría bien el término francés más ajustado de «connaisseur», ya que ni siquiera “experto” abarcaría todas las facetas , no sólo las artísticas y cinematográficas, sino las intimidades de sus protagonistas, y en qué grado las mismas condicionan su interpretación.

Y en una de nuestras animadas charlas coincidimos sobre la importancia de las películas en la vida de las personas cuando no les hacía sombra ni la televisión, ni posteriormente las omnipresentes redes sociales. Y el rango de casi demiurgos que alcanzaban artistas como Cary Grant, Ingrid Bergman o Gary Cooper. Por no detenernos en la generación anterior, de los Douglas Fairbanks, Greta Garbo u otros que a los de nuestra edad nos pillan ya algo lejos.

Y en esta vena, me recordaba la anécdota de tal vez el personaje más icónico de su generación, Cary Grant, cuando se regodeaba: «todo el mundo quiere ser como Cary Grant, Yo mismo quiero ser como Cary Grant». Yo le apuntaba que era una lástima que estos grandes actores salieran de nuevo a la palestra televisiva tan solo en canales retrospectivos, alternando con películas que han envejecido mal y que saben a rancio. O bien merced a esporádicas series de directores, por ejemplo cuando nos gozamos a Cary Grant gracias a un ciclo sobre Hitchcock.

Y de pronto en este contexto de nostalgia rememorativa, coincidimos por sorpresa en un actor común a los que ambos ubicaríamos sin dudarlo en el parnaso de los actores excelsos, pese a no figurar en las antologías cinematográficas sino como un gran actor de reparto. Bueno, incluso en alguna como el mejor de todos: el gran intérprete británico George Sanders.

Y por dicha orfandad de protagonismo, es difícil ubicarlo para el lector en la cinematografía más conocida. Tal vez en la cinta de Rossellini «Viaggio in Italia» donde junto a Ingrid Bergman exhibe su perfil más identificativo, el de un personaje distinguido, aristocrático, con una perspectiva muy por encima de la vida pedestre del común de los mortales; un tipo de vuelta de todo. En «Rebecca» o «Eva al desnudo» nos muestra perfectamente ese talante de hastío y de cinismo, que de nuevo el francés adjetiva con precisión: «blasé» y «desabusé». Aunque en realidad perdemos el tiempo: el que mejor ha descrito a George Sanders, y que por ese mismo ensayo da fe de que el actor lo merece , es el mismísimo Javier Marías en un artículo de 1996 en la revista de cine Nosferatu. «El hombre que parecía no querer nada». Citemos a J.M. «Sanders daba la impresión de haber podido estar en otra parte, y no en las múltiples películas que interpretó» «ganador de dinero y de un Oscar como sin desearlo ni tomárselo en serio” “en sus interpretaciones hay una especie de extraña superioridad» «una superioridad que es una elegante aceptación de la inferioridad en que se halla envuelto» «ni él ni sus personajes fueron ingenuos ni autocomplacientes, pero todavía menos autoindulgentes».

Pero yo creo que incluso esa superioridad natural llegó a trascender al personaje, incorporándolo a los grandes mitos trágicos. Como le confesó con sólo 30 años a su amigo, el también actor David Niven , tenía intención de terminar con su vida a los 65 años. Lo que llevó a cabo puntualmente en 1972, tomándose varios frascos de barbitúricos en el hotel Rey Don Jaime, de Castelldefels, despidiéndose de sus semejantes con una displicente nota, más o menos en estos términos: «¡Ahí se quedan!»