Opinión | Volando bajito

Despedir a un amigo

No voy a sentar cátedra pero la sombra del Covid que no sufrió jamás fueron dando paso a un hombre asustado

Una enfermera vacuna frente a la gripe y la covid-19.

Una enfermera vacuna frente a la gripe y la covid-19. / EP

Habíamos quedado en vernos en un par de semana, en eso estaba cuando hace unos días a la vida le dio por frenar bruscamente su caminar y lo retuvo para siempre. Hablo de Blas Hernández Hernández un hombre cuya dignidad ha estado desde que lo conozco a prueba de bomba. La vida no le dañó, no, y vivió experiencias colosales como lo fue su amistad con la voz de América, Mercedes Sosa, hasta que La Negra falleció. Estuvo a su lado, cuidándola y mimandola hasta el final porque acabaron siendo cómplices. Vaya lujo.

Quizás haber sufrido los vaivenes laborales le descolocó. No voy a sentar cátedra pero la sombra del Covid que no sufrió jamás fueron dando paso a un hombre asustado que se resguardaba de la toxicidad por tierra mar aire saliendo poco de casa salvo, esa es la verdad, cuando su cordón vital, sus amistades, organizamos una encerrona y salíamos a comer. Estoy segura de que ese grupo de amigos estábamos ilusionados esperando el «sí» del amigo. Ay, querido Blas…

Cuando sabíamos que vendría yo llevaba cigarros y desde que podíamos un guiño nos llevaba a los dos a calle, yo sacaba el tabaco, Blas el mechero y fumamos. La última vez que hablamos fue en el «Bulla», ese día como siempre reímos mucho. Cuando supe de su fallecimiento tuve una sensación de pérdida como pocas veces he experimentado. Miren como es la vida. Nuestra amistad fue fruto de un desencuentro. Escribí algo que no le gustó y fue a La Provincia con intención de rectificarme. Ese día me recriminó lo más grande y yo opté por callar, asintiendo a modo de reconocer un error. Blas tenía 60 años, tres hermanos, Ana, Juan, Esther y unos sobrinos que lo adoraban, Joel, Edna, Juan, Rubén, Pepi, Patricia, Marta y Alberto. La familia elegida eran muchísimos más.

Era fácil querer a Blas.