E n el año 2016 el gigante tecnológico japonés Sony presentaba su plataforma de realidad virtual para entretenimiento PlayStation VR. La PS VR, cuyo precio de lanzamiento fue de 400 euros, llegó acompañada de una más que breve biblioteca de títulos que, en su mayoría, eran más una experiencia que un videojuego.

Aquel tímido lanzamiento en cuanto a contenidos hacía presagiar un sonoro fracaso para la ambiciosa plataforma de Sony, que prometía cambiar la forma en la que se juega con videojuegos. Además, otros sistemas como los de Oculus -ahora en propiedad de Facebook- o HTC Vive pintaban de un negro intenso el futuro de las PS VR. Pero muchos se equivocaron. Muchos nos equivocamos.

En julio de este año, Sony anunció que ya se había superado la barrera de los tres millones de unidades vendidas. Por si esto fuera poco, los videojuegos vendidos para esta plataforma se quedaban en casi 22 millones de copias. Unos números astronómicos para el sector que suponen la sorprendente cifra de más de 7 juegos por sistema vendido. Y todo en 21 meses.

En estos días se cumplen dos años desde que la plataforma fue lanzada en todo el mundo, y la clave del éxito está sin duda en la proliferación de títulos de gran calidad que han acompañado al sistema y la implicación de grandes estudios, como Bethesda, Bandai Namco o Activision Blizzard.

Y las ventas irán a más. Según Statista, el pasado año se vendieron en todo el mundo 3,7 millones de dispositivos de realidad virtual, entre PlayStation -1,7 millones-, Oculus -0,7 millones-, HTC Vive -0,5 millones-, Microsoft -0,3 millones- y otras marcas -0,5 millones-. Las previsiones apuntan a que este año terminará con unas ventas globales entre todas las plataformas de 4,65 millones de unidades.

Pero la pregunta del millón es la de siempre: ¿merece la pena la inversión? Sí. Y mil veces sí. Disfrutar de un videojuego en realidad virtual es una experiencia única e irrepetible. Eso sí, al principio cuesta acostumbrarse, pero cuando lo has hecho, es algo indescriptible.