"Yo te iba a meter el cuchillo... Te diste vuelta y fue cuando te apuñalé en el estómago", afirma Juan Antonio Alfonso. "Y por la espalda", replica Antonio Cubillo, con la mandíbula apretada. Esta escena es real, el documental Cubillo, historia de un crimen de Estado, de Eduardo Cubillo Blasco, pone por primera vez frente a frente al líder del independentismo canario y al hombre contratado por los servicios secretos españoles para asesinarle en Argelia. "En un momento dado, comenzaron a tutearse... Juan Antonio le pidió perdón por todo, y Antonio aceptó sus disculpas", explica el director del documental, que se estrenará el viernes en el TEA de Tenerife y dentro de dos semanas en los Multicines Monopol.

El 5 de abril de 1978, Antonio Cubillo Ferreira entraba en el portal de su casa en Argel. Allí, un desconocido -él dice que dos- intentó asesinarle sin conseguirlo, aunque las heridas le condenaron para siempre a una silla de ruedas. Protegido por el Gobierno argelino, estaba a punto de viajar a Nueva York para auspiciar la soberanía de Canarias ante las Naciones Unidas. Como abogado laboralista defendió a los trabajadores durante el franquismo, lo que le costó un exilio de 20 años en Argelia, desde donde fundó el Mpaiac (Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario) y promovió actos terroristas. Se había reunido con los líderes de la extinta Organización para la Unidad Africana (OUA) en Trípoli. Demasiado ruido.

La historia

Eduardo Cubillo es sobrino del protagonista de la cinta, pero no conocía su historia porque no mantenía una relación estrecha con él. "Estudié Imagen y Sonido y buscaba un argumento para dejar de trabajar para otros", señala el canario. Alguien le habló del atentado, y no pudo resistirse. Tras ir dando tumbos durante dos años, consiguió que la productora La Mirada y el actor Guillermo Toledo se interesaran por el proyecto, y así empezó una aventura casi tan emocionante como la trama de la cinta.

"Mi tío aceptó la idea inmediatamente. Me volví a Tenerife, porque estaba en Mallorca, y me lo contó todo". Pero Eduardo tenía en mente algo más que una entrevista. "No se trata, ni mucho menos, de un documental sobre el independentismo, ni sobre Cubillo en concreto. Lo que pretende es contar una trama internacional, casi un thriller, en el que queda claro que mi tío era un personaje incómodo para los alemanes y la Transición española, una pieza incontrolable en medio de la Guerra Fría, en un territorio estratégico como es Canarias", señala el realizador.

Para buscar todos los puntos de vista, Cubillo Blasco realizó una ardua búsqueda de los protagonistas. En la lista de los que dan su testimonio están, por ejemplo, José Manuel Otero Novas, ministro de Presidencia del Gobierno de Suárez; Lorenzo Olarte, expresidente del Gobierno de Canarias; Eligio Hernández, exfiscal general del Estado, artífice de la vuelta de Cubillo desde el exilio; Julen Madariaga (cofundador de ETA), que conoció a Cubillo en Argel; o Federico Utrera, periodista y escritor, autor del libro Canarias, secreto de Estado.

Pero hay dos personajes que son fundamentales y que hablan por primera vez. El sicario, Juan Antonio Alfonso, y el hombre que organizó todo el atentado: José Luis Espinosa, espía e infiltrado en el Mpaiac, el único que ha cumplido años de cárcel por aquella operación y que sigue guardando una ira palpable contra el Estado español, que, según él, le dio la espalda tras haberle servido bien.

Alfonso apareció en la ecuación tras una entrevista que concedió su tío a un periódico de tirada nacional. "Él llamó a la redacción para decir que quería contar su versión. Yo me enteré y viajé a Madrid para conseguir su contacto", relata Eduardo, que se hizo con el teléfono del hombre que acuchilló a su tío. "Le llamé pensando que estaría en Asturias, de donde es natural, y me dijo que estaba en Madrid. Me citó en el McDonalds de Gran Vía y me dijo que iría vestido con camisa amarilla y pantalón marrón", cuenta el autor del documental.

Pero allí no había nadie que respondiera a aquella descripción. "Yo había ido con mi hermano Óscar, por si acaso. De repente me sonó el móvil y una voz me dijo: 'te estoy vigilando", rememora Eduardo, que describe el momento como de "paranoia espiosa". Al final, el invitado apareció con pantalón verde y camisa morada y, tras unas cuantas cañas, confesó todo lo que recordaba de aquel día.

Juan Antonio asegura que a él le dijeron que iba a matar a un colaborador de la CIA, pero cuando estuvo unos días vigilando a Cubillo se dio cuenta de que lo habían engañado y se echó atrás. En el careo con su víctima, le cuenta que "entonces le amenazaron con que si no cumplía la misión iban a hacer daño a su familia y que no le quedó más remedio que hacerlo... Mi tío le creyó, porque, según él, 'eran capaces de cualquier cosa", argumenta Eduardo. Una de las cosas que más impresionaron al director del reportaje fue que Juan Antonio le reveló a Cubillo que la primera orden era ponerle una bomba en el coche, pero él se negó porque el objetivo "iba siempre con su familia".

Espinosa

Encontrar a Espinosa fue mucho más difícil. Hasta en un poblado gitano de Murcia estuvo buscándolo Ana Sánchez-Gijón, productora de la cinta, donde había un "hijo bastardo" del antiguo agente secreto. "Al final, dimos con él y le entrevistamos. Es un personaje siniestro, que guarda un rencor enorme por lo que él considera una traición. Juan Antonio y otra persona, que luego serían indultados, fueron detenidos en Argelia por el intento de asesinato, pero Espinosa desapareció. En los años 90 fue detenido y no cumplió los 20 años porque era muy mayor. Hoy tiene 81 años", relata Eduardo. "Él asegura que antes de morir se vengará". Cubillo no guarda rencor a su verdugo, pero no quiso verse con el cerebro de la trama. Era demasiado.

Aunque Eduardo Cubillo no apoya ninguna tesis, reconoce que en muchos de los protagonistas hablan de Rodolfo Martín Villa, ministro de la Gobernación en aquel momento, como impulsor del atentado. Cubillo fue indemnizado en 2003 con 150.000 euros. Es la única víctima de terrorismo de Estado reconocida en España por los tribunales.