Cuadros que expresan otra cosa de la que aparentan, trampantojos, anamorfosis, cifra que se agazapa en la pintura y que sólo el iniciado o el que sabe mirar desde el ángulo adecuado es capaz de interpretar. Jesús Callejo habló de todo esto en su ponencia Los secretos que esconden algunas obras de arte - Códigos secretos y mensajes ocultos, que ofreció ayer en ExpoMeloneras, en el marco del I Congreso del Misterio. "Son obras de arte que estamos acostumbrados a ver, y hasta aburridos de verlas, en los museos, pero ¿las sabemos ver?, ¿sabemos valorar los mensajes ocultos que hay en muchas de ellas?, ¿sabemos descifrar esos códigos que el autor quiso reflejar en los cuadros?", comenzó el ponente.

Se refirió en primer lugar a Giuseppe Arcimboldo, el pintor italiano del siglo XVI que luego sería reivindicado por los surrealistas, y que se benefició del especial clima artístico que vivió la Praga del excéntrico emperador Rodolfo II. Arcimboldo pintó un retrato de Calvino, cuya nariz es realmente un pollo y cuya barbilla es un pez. "Le gustaba jugar con ese tipo de representaciones alegóricas, hasta el punto que utilizaba lo que tenía a su alcance, como las hortalizas. Además, sabía jugar con el espectador", dijo Jesús Callejo.

Uno de estos cuadros, dibujados a base de hortalizas, era precisamente un retrato de Rodolfo II, que no se sintió criticado porque el autor llamó dicho cuadro Verdumno, en honor al dios romano de la vegetación.

Holbein

Una de las muestras más espectaculares de las explicación de Callejo es el conocido cuadro del más joven de los Hans Holbein Los embajadores, con una simbólica disposición de elementos. Los dos embajadores flanquean la composición, en cuyo centro aparecen una cantidad de objetos que dan cuenta de su poder. Esfera celeste, sextantes y otros instrumentos que representan la parte elevada -en el estante superior- esfera terrestre e instrumentos que simbolizan el goce y los placeres -en el estante de abajo. Pero en el ángulo inferior de la composición, escorada, en un juego de perspectivas que se conoce como anamorfosis, surge sin embargo una enorme calavera, el símbolo de la vanitas, la vanidad.

El mundo de los embajadores, todo su poder, aparentemente alabado en esta composición que aparenta representar una escena social , queda en realidad sometido a una feroz crítica por esa oblicua calavera que nos recuerda que a todos, por mucho poder que ostentemos en este mundo, nos acabará igualando tarde o temprano la muerte.