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¿Está Cervantes en una fosa común?

Etxebarría y Avial buscan los restos en la cripta del convento de las Trinitarias de Madrid

¿Está Cervantes en una fosa común?

Genealogistas, antropólogos, expertos en ADN, especialistas en momias, osteoarqueólogos, forenses y hasta una conservadora del Museo del Traje se preparan con denuedo y mucha ilusión para recuperar los restos de Miguel de Cervantes, enterrado en 1616 en el Convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, donde el equipo del prestigioso antropólogo forense Francisco Etxebarría retoma hoy el proyecto para devolver la gloria al escritor de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha con un digno enterramiento en el recinto monacal del castizo Barrio de Las Letras.

Los peritos se centrarán en la limpieza de la cripta del convento, la parte más antigua del recinto religioso en el que habitan 13 monjas de clausura que tras muchos reparos han dado el visto bueno a las obras para tratar de encontrar los restos óseos del autor más grande de las letras españolas. Habrá primero que limpiar esa cripta en la que ya se han detectado a través del georradar casi 40 nichos, y retirar las estanterías y una tarima de madera llenas de podredumbre para instalar hoy las mesas de estudio en las que trabajará el equipo de Etxebarría.

"Lo que queremos ver primero es si se puede rescatar alguna de las inscripciones que aparecen en la pared de esa cripta", explica el copromotor del proyecto, Fernando Prado Pardo-Manuel de Villena, quien sospecha que la humedad se ha comido esos históricos epitafios con lo que se agilizaría la búsqueda de los restos de Cervantes. "Solo pedimos dar con un dato o una cifra", proclama a modo de plegaria, "porque con ella podríamos ir al archivo de la Iglesia de San Sebastián, en Atocha, donde se conserva el registro de matrimonios, bautizos y defunciones inscritas en el convento de la orden Trinitaria que ordenó levantar el 1606 doña Francisca Romero Gaitán, hija de Julián Romero, general de los ejércitos de Felipe II en Flandes. La capilla fue convertida en iglesia en 1620 y ampliada en 1673 por lo que los historiadores creen que los huesos que estaban en otras zonas de la iglesia trinitaria y entre los que estarían los de Cervantes y los de su mujer, Catalina de Salazar, pudieron ser trasladados al osario de la cripta.

Para dirimir esta suposición, el equipo del antropólogo forense introducirá una cámara endoscópica para buscar huesos humanos apilados y mezclados. "El estudio de esta cripta es paso obligatorio y necesario", añade Prado, antes de revisar la tumba número 5, la más cercana al acceso a la iglesia por la calle Lope de Vega, y donde desde el principio creyeron los impulsores del proyecto que se enterró al padre de El Quijote.

"Sería lógico pensar que si hubo obras en el monasterio se trasladaron esos restos", continúa, "pero lo que yo espero es que no aparezcan en esa cripta llena de humedades y que estén aún en el lugar de su primer enterramiento, a la izquierda del mausoleo y con menos humedad bajo 35 centímetros de tierra", reconoce sin tapujos el ideólogo de la empresa que ha logrado 50.000 euros del Ayuntamiento de Madrid para analizar esta catacumba.

La cripta tiene una extensión de 10 metros de longitud por 6 de anchura y está situada a casi siete metros de profundidad bajo la iglesia del monasterio, donde fueron sepultados, en nichos casi 40 difuntos, en su mayoría monjas, vinculados a la orden Trinitaria a partir de 1612.

De no dar las cámaras con ese osario de huesos, el proyecto pasa a una nueva fase para introducir la cámara endoscópica en la tumba número 2, que se halla fuera de la iglesia primitiva, la que comenzó a construirse en 1620 por orden de la hija de Lope de Vega y que concluyó la marquesa de La Laguna. Está a la derecha de la cripta, en la zona de los Evangelios y la cubre una lápida de piedra de dos metros de largo. Es, en definitiva, una tumba muy bien construida y noble donde pueden estar enterrados los marqueses de La Laguna.

"Quizás esa aristocrático sepulcro haya servido también de osario tras las obras de 1673", esgrime Fernando Prado para justificar esta nueva inspección antes de llegar a la tumba 5, que será la última en inspeccionarse para descubrir si en esos 78 metros de iglesia conventual descansa desde hace cuatro siglos la mayor gloria de las letras españolas.

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