La Provincia - Diario de Las Palmas

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Con los 'isleños' de Luisiana

Merced a un sheriff y unas damas, con algún antepasado de Agüimes, encontramos unas gentes amabilísimas

El simpático sheriff Cure, un devoto del canario "Caldo".

No crean que fue fácil dar con el primer isleño. Habíamos parado un día en la convulsa Baton Rouge, tras un periplo en auto desde Chicago, y desde aquí alcanzaríamos Saint Bernard. Telefoneamos al Museo de Los Isleños y nadie respondió; al Ayuntamiento y la oficina del sheriff y nos remitieron al Museo.

Partimos por la mañana con el falso convencimiento de que Saint Bernard era una villa como Teror en la que todos se conocen. Así que, en su casco urbano, tuvimos que acudir al sheriff; le explicamos que éramos canarios y teníamos interés en saludar a algún isleño. A Mr Cure se le alegró la cara: "Claro que los conozco. Mi abuela aprendió de una de ellos a cocinar Caldo y me lo hizo muchas veces, hasta que falleció. Me encanta". No pude sacarle si aquel "Caldo" es el Puchero; así que volvimos a consultar Los Isleños Cookbook y entendimos que el punto de fuga gastronómico de los isleños continúa siendo el "Caldo": un Potaje de verduras. Las señoras Benge (Molero) y Sullivan (Gonzales) ofrecen seis recetas y prácticamente en todas ellas aparecen mismos ingredientes: col, judías, alguna verdura, cochino salado, papas, batatas.... En uno se incluye la oreja de cochino, que es muy de las cocinas del norte de la Península y probablemente se incorporó siglos atrás en la nuestra, pero con escaso fragor. Tampoco faltan los mojos (seis), la tinerfeña Cazuela, Papas arrugadas, Chayotes rellenos, Arroz con pollo (plato morisco-andaluz-canario-caribeño...), Potato soup: Caldo papas y un curioso "Pan de Las Palmas", que es cosa de la alegre repostería.

Muy amablemente el sheriff Cure nos indicó como llegar a una tienda de venta y reparación de bicicletas, Chalmette Bicyle, cuya propietaria es miembro de la institución isleña Heritage & Cultural Society. Pronto alcanzamos el vetusto negocio. Estábamos emocionados y ansiosos. Saludamos a doña Katherina Ybarzabal y le repetimos nuestro propósito; y tanto ella como su hermana, doña Patricia, que pronto se incorporó, fueron unos dechados de amabilidad. Después supimos que uno de sus antepasados era de Agüimes. Una de ellas telefoneó a William de Marigny Hyland, director del Museo, quien no tardó segundos en pedirle que nos comunicara que fuésemos al Museo y que en hora y media estaría alli para abrírnoslo.

Tras unos cuantos kilómetros por la larga calle-carretera Bayou alcanzamos una explanada donde surge una blanca casa colonial bien bonita. Al momento previsto apareció el gigantón de William, un irlandés con un Núñez, de Agüimes, en su pedigrí, quien nos dedicó un par de horas para mostrarnos tanto el museo como la cercana casa-sede de la sociedad cultural. Y telefoneó a Lloyd Serigne (Wimpy), un isleño de raíces palmeras, Fuencaliente, de los pocos que aun hablan español, y le rogó que viniera. Mientras llegaba, Will nos contó detalles de la Historia de los isleños y nos mostró fotocopias de documentos sacados de los archivos de Nueva Orleans; uno de ellos fue un acta cabildicia en la que, en lugar de firmas, aquellos pioneros isleños habían pergeñado cruces. Eran analfabetos y por lo tanto el haber mantenido aspectos culturales es casi una proeza.

Wimpy accedió a almorzar con nosotros; nos llevó a su restorán preferido, el popular Charlie's, cerca de la ferretería, y nos sirvieron un delicioso Rebogao de judías, mantecosas y espesas merced a la pectina. Es plato que en Saint Bernard se come los miércoles. Y a continuación una fuente de hermosos langostinos rebozados y fritos más unos leves toques de picante. Ese Rebogao también es plato popular en los restoranes de Nueva Orleans. En el libro mencionado se recogen de él un par de recetas, una es cubana; y aquí pudo radicar la inventiva isleña; pues aunque los aborígenes americanos (mejicanos) fueron los primigenios cultivadores del frijol desconocían el español sofrito y los "sacramentos" del cochino. Wimpy, gran conversador, nos contó muchas cosas de los actuales isleños, de su diáspora tras los terribles daños del huracán Katrina... Fue pescador de jaibas (cangrejos) y langostinos pero a los veinte años se hizo camionero; le abatió la vida en el agua, aunque nos confesó que sigue desayunando, todos los días, langostinos, camarones como los llaman allí.

Por razones largas de contar, digamos que, finalmente, en el XIX los isleños tienen que abandonar sus tierras y ganados de repartimientos y se agrupan en la isla de Delacroix, donde unos se dedicaron a la pesca del camarón y otros a la caza del caimán y el visón, que lo hubo a mares, y pasan a ser no solo impenitentes ictiófagos sino que durante el s. XIX y el XX son los suministradores de mariscos y carne del reptil de la hostelería de Nueva Orleans.

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