La prostitución estaba tolerada e integrada en la estructura social de la Roma imperial porque consideraban que cumplía un fin social, el de sanar los impulsos de fines libidinosos del hombre y, por ende, el matrimonio y el orden establecido, aunque a la prostituta se le tachaba de infame.
Así lo recoge el estudio del especialista en Derecho Romano de la ULPGC, José Luis Zamora, que evidencia la existencia de un registro de prostitutas a las que se les cobra un impuesto, que determina la existencia de un control del oficio y un aprovechamiento de la propia Administración por dicha industria del sexo.
“Se intentó regular el control de las prostitutas al establecer tributos, porque eso beneficiaba a las arcas del Estado, hasta el punto de que algunos emperadores montaron prostíbulos en palacio. Como detalle, la mujer del emperador Justiniano, Teodora, crea casas de acogida para las prostitutas, a las que llamó El arrepentimiento, que ayudaba a mujeres explotadas sexualmente tras ser engañadas, considerando ya la explotación sexual como violencia de género”.
