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Arqueología | Sobre los estereotipos del pasado

Ellas también cazaban

Una excavación arqueológica rescata la historia de la mujer cazadora que vivió hace 9.000 años | El hallazgo cuestiona que ellas se dedicaran solo a tareas ‘femeninas’

Ellas también cazaban

En el mundo prehistórico ni los hombres eran los únicos que cazaban ni las mujeres se dedicaban solo a las labores de recolección. El yacimiento andino de Wilamaya Patjxa, por ejemplo, resguarda los restos de una mujer cazadora que vivió hace unos 9.000 años. Sus huesos descansan al lado del arsenal de armas que la acompañaron en vida. Su historia no es un caso aislado. Un nuevo análisis de los sitios arqueológicos de la época hallados en el continente americano estima que entre el 30% y el 50% de los cazadores eran mujeres.

La historia del hallazgo empieza en una excavación arqueológica situada en el actual Perú. Ahí se encontró una tumba con un puñado de restos óseos y 24 herramientas de piedra diseñadas para cazar y despedazar grandes animales. El análisis de los huesos y las proteínas dentales reveló que se trataba de una mujer de entre 17 y 19 años que vivió entre la glaciación del Pleistoceno tardío y el deshielo del Holoceno temprano.

Los investigadores explican que, tras hallar los restos de esta joven, se plantearon; ¿fue esta mujer cazadora una excepción? ¿O ellas también participaban en las actividades de caza? El análisis del caso, así como del centenar de yacimientos encontrados en el continente americano, identifica 15 hombres y 11 mujeres enterrados con sus armas. “Estos descubrimientos anularían la hipótesis de que los hombre eran los únicos cazadores de la prehistoria”, relatan los expertos en un artículo publicado en Science Advances.

En el continente americano, entre el 30% y el 50% hacía la labor adjudicada siempre al hombre

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La vida de las sociedades prehistóricas es complicada de reconstruir desde el presente. La falta de testimonios directos y el complicado hallazgo de pruebas materiales han dejado gran parte del relato sujeto a la interpretación de los científicos. La imagen de hombres prehistóricos que usaban la fuerza bruta para alimentar a sus familias y de unas mujeres dedicadas a recoger bayas no es un fiel reflejo del pasado; es una especulación acuñada desde el presente. En realidad, no ha habido pruebas científicas que eliminaran a las mujeres de los escenarios de caza.

“Los libros de prehistoria se han escrito desde el presente, así que gran parte de estas interpretaciones están sesgadas por prejuicios actuales”, explica Marina Lozano, investigadora del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social y la Universidad Rovira y Virgili (IPHES-URV). Uno de los ejemplos más claros de cómo estos sesgos han afectado a la interpretación de la historia son los ajuares funerarios hallados en los yacimientos arqueológicos.

Durante muchos años, los trabajos arqueológicos han interpretado los objetos encontrados al lado de los cuerpos en función del sexo. Una punta de piedra cortante sepultada junto a un hombre se clasificaba como arma. Mientras que un objeto similar hallado al lado de una mujer era un cuchillo de cocina. O un adorno. O un símbolo para destacar el estatus de la mujer del jefe. Este fenómeno, estudiado por la arqueóloga Encarna Sanahuja Yll, sugiere que quizá las cazadoras y guerreras siempre han estado ahí.

Los estereotipos sobre las mujeres sustentan desigualdades del presente

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Como ‘Los Picapiedra’

No es casual que historia de los hombres y las mujeres de la Prehistoria se escribiera de manera tan diferente . “La visión estereotipada sobre las mujeres, sus actividades y conocimientos en el pasado se ha utilizado como elemento sustentador de las desigualdades en el presente”, argumenta Marga Sánchez Romero, experta en arqueología de las mujeres y las relaciones de género de la Universidad de Granada.

El ejemplo perfecto son Los Picapiedra. En esta icónica serie de los años 60, había unos hombres dedicados al trabajo y unas mujeres enfocadas a las tareas domésticas. Con Los Supersónicos, sus creadores también retrataban una familia tradicional en el lejano 2062. Ahí, a la madre la acompañaba un robot doméstico vestido con falda. “Los problemas son dos. Que se han atribuido estas tareas solo a las mujeres. Y que estos trabajos se han asociado con algo carente de valor pese a que son estructurales en las sociedades”, explica.

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