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Desaparición de las niñas de Tenerife

«Sin miedo», el mantra que daba fuerzas a Beatriz

Beatriz Zimmermann, madre de las menores, eligió la canción de Rosana como himno de una esperanza rota en la jornada 44

Olivia y Anna aparecen juntas en una de las últimas fotografías que difundidas por su madre. | | LP/DLP

El mundo se le ha caído encima en las últimas horas. Seguro que internamente eso ocurrió mucho antes de que en las primeras horas de la tarde de este jueves se confirmara la recuperación del cadáver de una menor en la misma zona en la que el buque Ángeles Alvariño había intensificado las labores de búsqueda de Olivia y Anna, las pequeñas de Beatriz Zimmermann. Ella siempre fue optimista ante la opinión pública; siempre confió en un desenlace feliz que dio un giro de 180º en la jornada número 44 con el descubrimiento del cadáver de Olivia de una historia que ha mostrado a la sociedad la valentía de una mujer triste.

Desde el minuto cero de exposición de este caso en los medios de comunicación se apreció la magnitud de un suceso que enseguida superó las fronteras del Archipiélago. Y es que el secuestro de Tomás Gimeno no solo era asunto de debate en las principales cadenas de televisión nacional, sino que la inercia de un drama familiar fuera de control lo convirtió en noticia de alcance a nivel internacional.

Al margen de la orden de búsqueda y detención dictada por la autoridad judicial contra el padre de Olivia y Anna, las fotografías de las pequeñas empezaron a aparecer en cajeros automáticos de toda Europa.

Construyendo positivismo

Beatriz siempre quiso estar en un segundo plano. Cedió todo el protagonismo informativo a Joaquín Amills, presidente de la Asociación SOS Desaparecidos y portavoz ante los medios de comunicación, cada vez que era necesario poner de relieve un mensaje de ánimo, de conciliación, de perdón... Sus cartas, fotografías y vídeos empaparon a la ciudadanía de una empatía que tuvo uno de sus puntos álgidos en el instante en el que decidió colgar la letra de Sin miedo, de la artista conejera Rosana, en un intento más de seguir en pie sobre un suelo cada vez más pantoso: el miércoles se escuchó por primera vez su voz en un audio en el que todavía dejaba un margen para el reencuentro.

El Ángeles Alvariño había recogido las primeras pruebas reales en el fondo marino –un robot recuperó a unos mil metros de profundidad la botella de oxígeno de Tomás Gimeno y una funda nórdica que también fue reconocida como una de sus pertenencias–, pero ella seguía convencida de que todo formaba parte de una estrategia centrada en una fuga. Ni en la peor de sus pesadillas podían distinguir un final tan brutal: «Para mí, todo esto ha sido un teatro montado, al igual que el maxicosi en el agua», declaró horas antes de que se confirmara el hallazgo del cuerpo sin vida de una menor frente al Auditorio de Tenerife.

La tesis de una huída rumbo a Cabo Verde o Sudamérica ocupó en la primera parte de la investigación –junto con los registros realizados en la vivienda de Tomás Gimeno en Candelaria– un rol que acabó cediendo el protagonismo a las labores de los investigadores del buque oceanográfico en aguas santacruceras. La historia cambió cuando el tiempo estaba a punto de agotarse, justo cuando el oceanográfico localizó dos pruebas que han resultado clave para desenrollar una trama maquiavélica.

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