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Diez años del fin del terror

Un fundador de ETA y un amenazado por la banda charlan: "Ojalá no hubiera pasado"

Un encuentro de reflexiones en la librería donostiarra Lagun, que quisieron destruir ETA y la ultraderecha

Teo Uriarte e Ignacio Latierro reflexionan sobre el décimo aniversario del final de ETA

Teo Uriarte e Ignacio Latierro reflexionan sobre el décimo aniversario del final de ETA. José Luis Roca

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Teo Uriarte e Ignacio Latierro reflexionan sobre el décimo aniversario del final de ETA. Juan José Fernández

Dos vascos mayores, cuando se encuentran tras un año sin verse, hablarán primero que nada de los amigos desaparecidos. Y estos dos vascos que se miran entre los estantes de la librería Lagun de San Sebastián han sufrido dos pérdidas grandes y recientes en su radar social: Joseba Arregui, exconsejero vasco de Cultura, expeneuvista comprometido con las víctimas de ETA, y Mikel Azurmendi, etarra de la primera hornada que acabó, como todos los miembros de la banda que deploraron la violencia, en el punto de mira de las pistolas.

Por ley de vida, el País Vasco pierde valiosas neuronas. Y lo lamentan Ignacio Latierro y Eduardo Uriarte. «De Jauregui y Azurmendi hay que valorar que, frente a las situaciones tan dramáticas que hemos vivido, ambos hicieron un ejercicio de racionalidad que los convirtió en referentes para todos los que luchábamos contra la barbarie”, dice Latierro.

Libros de Azurmendi y de Arregui han habitado los anaqueles del símbolo de la libertad que es Lagun (Amigo), la librería que intentaron destruir con una bomba los guerrilleros de Cristo Rey y, después, ETA con fuego, pintura, amenazas y un asesinato frustrado.

Teo Uriarte e Ignacio Latierro reflexionan sobre el décimo aniversario del final de ETA. JOSÉ LUIS ROCA

Los dos interlocutores que charlan sobre el X aniversario del anuncio del fin del terror son testigos y protagonistas de lo ocurrido desde que ETA nació, en 1958. Latierro, guipuzcoano, no pensó que acabaría llevando policías de escolta durante años cuando lideró el Partido Comunista en Euskadi y peleó en la clandestinidad contra la dictadura franquista. Y que dos guardias le cubrirían las espaldas también durante años no fue tampoco augurio que pudiera hacer Uriarte cuando participó en la fundación de ETA y preparaba explosivos en la trasera de un colegio de frailes. La banda que Uriarte fundó con otros jóvenes de los 60 asedió al librero que en la Transición inauguró con María Teresa Castells y su marido, José Ramón Rekalde, el singular comercio por el que, durante la charla, curiosea libros una clienta que solo era una niña hace diez años, cuando ETA dijo que dejaba de matar para siempre. La banda intentó asfixiar a Latierro y sus socios... y fue a Rekalde al que llegaron primero, pegándole un tiro en la boca.

A Eduardo Uriarte, sus compañeros de ETA le pusieron ‘Teo’ como nombre de guerra por las varias misas que se tuvo que tragar un día que esperaba en una iglesia una cita secreta que al final falló. Fue miembro de la ETA de Mario Onaindía, con el que recondujo a parte de la organización a la política en Euskadiko Eskerra, y de Javier Etxebarrieta, el primero en apretar el gatillo contra una persona en la historia de la banda.

“Una vez María Antonia Iglesias, dijo de mí, en un libro muy gordo, que los peores somos los neoconversos –bromea Uriarte haciendo reír a Latierro-. Y yo le dije: '¡Por favor, neoconverso no, llámame traidor!' Yo soy un traidor porque traicioné un proyecto político que acaba en el asesinato. Yo soy un traidor a mucha honra". Ha venido a cuento la salida de Uriarte porque hablaban los dos de ‘Maixabel’, la película que ocupa ahora conversaciones políticas y culturales como desde hace seis años las ocupa la novela ‘Patria’.

"La película ha captado bien el espíritu de Maixabel –dice Latierro, que es amigo de la viuda del asesinado Juan María Jauregui-. Y al presentar a los personajes describe bien su ralea, su condición: quiénes se han esforzado por que en este país haya libertad y quiénes han protagonizado una historia de terror». Uriarte matiza: "Tengo todavía tics de cuando estuve en la cárcel, a la hora de hacer la cama o doblar la ropa… y en la película por fin veo un preso que sufre". El expolimili condenado a muerte en Burgos (1970) y acogido a la amnistía posterior cree que la película del momento "va en busca del 'todos podemos perdonarnos'. La actitud de Maixabel es generosa, admirable, pero tiende a trasladar a lo ético, o a lo religioso si se quiere, lo que debe proceder del plano político: el cumplimiento de la ley".

Efemérides sin sentido

Llama la atención la actitud de cuasi indiferencia de estos dos vascos por el aniversario del anuncio que hizo ETA el 20 de octubre de 2011. "Es que para entonces a mí ya me había ocurrido algo relevante: ya no tenía escolta desde hacía algunos meses. Existía la amenaza de que todavía ETA hiciera alguna barbaridad, pero ya había asumido la idea de que desaparecían".

"Se veía venir el fin de ETA porque operativamente ya era un desastre –opina Uriarte- y la acción de la policía era cada vez mejor; el apoyo internacional, evidente, sobre todo después del atentado de las torres de Nueva York; y encima cometieron el error de matar a un policía francés… El IRA ya se había rendido; solo quedaba ETA. A mí lo que me escamó fue el largo proceso de negociación que se produce".

Ha dicho eso el vizcaíno y se abre la charla a lo que fue y lo que pudo haber sido, o no, y si 2011 fue el final de las armas pero no la derrota de las ideas que introducían las balas en las recámaras.

En esa negociación "ETA en realidad deja las armas porque ya no tiene capacidad operativa, pero existía un interés político por darle una salida a su brazo político. Y eso hace que el discurso que ETA había promovido continúe en la sociedad vasca", opina Uriarte. Y Latierro le matiza con una visión posibilista: "Yo también viví con inquietud la negociación. ¿Facilitó el futuro de las ideas que representaba ETA? Seguramente se pudo hacer de mejor manera, pero… también podía haber ocurrido una victoria más blanda, donde las concesiones hubiesen sido mayores, y los beneficios penitenciarios hubiesen existido, cosa que en la práctica no ha existido después". Y añade: "Afortunadamente en el final estuvo Rubalcaba, que eliminó algunas inconveniencias…"

Teo Uriarte e Ignacio Latierro. JOSÉ LUIS ROCA

Ambiente contra la libertad

Eduardo Uriarte acaba de volver de unas vacaciones por Extremadura, La Mancha y Andalucía. Iba acompañado de otro ex miembro de ETA. "Los dos queríamos darnos una vuelta en libertad", explica. Ciertamente, ETA ya no mata, "y yo me alegro, pero vivo en una contradicción, porque noto la presión social, la discreción con la que te tienes que comportar en determinados ambientes, para pronunciar la palabra España, por ejemplo, que es un tabú, o para celebrar el gol de Oyarzábal con la selección, que creo que fui el único en todo mi bloque, aunque otros también querrían celebrarlo. Hay en la sociedad vasca una pesadez ambiental contra la libertad de las personas", dice Uriarte, algo que provoca una tensión cotidiana: "Cuando entro en la biblioteca de la Universidad algunos me miran perdonándome la vida".

Responde Latierro: "Es evidente que 50 años de terrorismo tan potente, y con tanto apoyo social como el que tuvo, no pasan en balde. Mi preocupación mayor ahora es en las jornadas electorales, cuando sigo viendo que un importante porcentaje de vascos sigue votando a Batasuna, Bildu o como quieran llamarse".

Y para ese fenómeno, ve el intelectual guipuzcoano una explicación, una coincidencia en el tiempo de dos hechos políticos: "Creo que hay algo que nos ha pesado a los que aprendimos a ser adictos a la democracia liberal: cuando se produce el momento positivo del final del terror, coincide con el momento de mayor grado de deterioro de la confianza en la democracia española, en los partidos PSOE y PP, y no hemos estado en las mejores condiciones para el rearme democrático de la sociedad vasca».

Ojalá

Y en eso, precisamente, coinciden cuando recuerdan qué pensaban que podía pasar a partir del cese de los atentados. "Yo estaba convencido de que el final de ETA iba a ir acompañado de un descenso muy importante de los votos al mundo de Batasuna, pero eso no ha ocurrido", dice Latierro, y remarca desde otra posición Uriarte: "Yo en los 90 creí que una Euskadi sin violencia sería casi casi como si me paseara por la plaza de España de Sevilla", dice riendo.

No ha habido tal, pero sí se producen otros detalles ambientales, síntomas de evolución, que celebra Latierro: "Yo creo que hoy el sentimiento mayoritario en la sociedad vasca, incluido el mundo de la izquierda abertzale, es el de ‘ojalá no hubiese pasado’".

"Ojalá no hubiesen pasado los errores cometidos y los años perdidos de mi juventud", sentencia Uriarte, y advierte del riesgo de pasar página sin asunción de responsabilidades: "Ese ‘ojalá no hubiese pasado’ puede ser un paliativo del necesario sentimiento de culpa".

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