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Volcán de La Palma

Fuerza vasca contra un mar de ceniza en el volcán de La Palma

Cien voluntarios de la asociación Galdakaoko retiran sin descanso el material de tejados y caminos

Limpieza de cenizas en el aeropuerto de La Palma

Limpieza de cenizas en el aeropuerto de La Palma La Provincia

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Limpieza de cenizas en el aeropuerto de La Palma Dalia Guerra

El colectivo de voluntariado Galdakaoko de Vizcaya traslada a La Palma a decenas de personas que colaboran con el objetivo de desenterrar lo que el volcán ha sepultado.

La solidaridad no tiene patria y el volcán de La Palma lo ha vuelto a demostrar. Un sentimiento que llevó a la asociación Galdakaoko (GBGE), radicada en el municipio vizcaíno que lleva su nombre, a trasladarse a la isla para desplegar todos sus esfuerzos en hacer frente al mar de ceniza que ha sepultado parte del territorio. Manos y fuerza vasca que poco a poco también se ha ido surtiendo de voluntarios de otras regiones. Hasta ahora, medio centenar de personas se han sumado ya a la iniciativa y otras 50 se espera que lo hagan antes de Navidad.

Cada uno aporta lo que puede. Desde tres días hasta dos semanas, los voluntarios pasan en La Palma el tiempo del que disponen. Pero todos vienen con un mismo objetivo: ayudar todo lo que sea posible. Durante horas barren ceniza de las calles, la retiran de tejados y azoteas para evitar el derrumbe de las viviendas o echan una mano en cualquier actividad que sea necesaria.

Desprendimientos del acantilado en la llegada al mar de la lava del volcán de La Palma

Desprendimientos del acantilado en la llegada al mar de la lava del volcán de La Palma La Provincia

“Nos proponemos venir a La Palma el pasado 27 de octubre porque vecinos de la isla que residen en Galdakao nos sugieren que necesitan ayuda”, explica Álvaro Saiz, fundador del colectivo que hasta ahora ha desarrollado acciones en su localidad natal, pero que también ha estado presente en los campos de refugiados de Grecia y han colaborado en la construcción de varios centros para personas con discapacidad en Mongolia. “Muchas veces estás acostumbrado a hacer cosas humanitarias en países lejanos y no imaginábamos que aquí se necesitaba ayuda hasta que una vecina palmera del pueblo vino a ver su casa y nos explicó la situación”, detalla.

Fue entonces cuando la asociación puso toda su maquinaria en marcha para traer hasta la isla a las primeras seis personas. “Una vez aquí, tras hablar con el Ayuntamiento de El Paso, nos dimos cuenta de que se necesitaban muchas más para la limpieza de los tejados en las zonas de exclusión o de las calles del municipio y empezamos a organizar el voluntariado”, señala.

Estos últimos días se afanan en retirar la ceniza de las calles para evitar problemas en el alcantarillado

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Ainhoa Crespo es la persona encargada de la coordinación de los voluntariado, que no dudó en trasladarse a La Palma con su hija pequeña para dar cobertura a la asociación. “La niña se queda en Los Cancajos con mi madre y yo voy y vengo todos los días, también me traslado a Bilbao para movilizar gente, coordinando los vuelos y encargándome de la parte más logística”, apunta.

Considera que la actividad que desarrolla la asociación es vital para una isla en la que la gente está “cansadísima” porque la erupción se extiende ya más de dos meses. “Agradecen que venga gente con nuevas fuerzas, jóvenes o mayores, pero con ganas de ayudar”, sostiene.

“Vine a La Palma porque ahora no tengo trabajo, me gusta viajar, los volcanes y ayudar a los demás, por eso me compré el vuelo y estoy aquí”. Thomas Charrassier es uno de los voluntarios extranjeros que han sido acogidos por la asociación Galdakaoko a su llegada a la isla. Conoció de la existencia del colectivo cuando aterrizó en La Palma, así que no dudó en ponerse en contacto con ellos para colaborar.

El trabajo es duro. Horas y horas paleando ceniza que deja notar el cansancio en sus caras. Sin embargo, este voluntario francés asegura que el agradecimiento de los palmeros compensa todos los esfuerzos.

Gracias a la colaboración del Ayuntamiento de El Paso, que les ofrece la comida, así como del párroco de la iglesia que ha puesto a su disposición el salón parroquial para que puedan dormir, los voluntarios disponen de todo lo necesario a su llegada a la isla. “El recibimiento ha sido muy bueno y nos lo agradecen mucho, algo que hace que la gente esté todavía más motivada si cabe”, señala Crespo.

La enfermera Marta Cárdenas cambió los turnos con sus compañeras para poder venir una semana a La Palma a echar una mano. “Quería vivir en primera persona lo que se estaba contando en los medios como lo estaban haciendo los vecinos de aquí”, indica, antes de asegurar que los últimos días han sido duros, ya que se han afanado en retirar la mayor cantidad de ceniza de las calles para evitar la obstrucción del alcantarillado ante la amenaza de fuertes lluvias para los próximos días.

“Lo que más me ha sorprendido son las caras de la gente, su sensación de incertidumbre, de no saber cuándo va a acabar esto”, lamenta. Una situación muy distinta a la que se había encontrado en otras visitas anteriores que había hecho a las Islas. “La gente me parecía súper alegre y cercana”, algo que ahora ha cambiado. “Están agotados y frustrados porque no saben qué hacer”. Limpiar ceniza un día y otro hace mella en el ánimo de cualquiera “porque saben que se vuelve a llenar otra vez”. Por eso, insiste que “nos agradecen mucho el trabajo pero no hay ningún atisbo de la alegría tan característica de esta tierra”.

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