Ley Trans

"Las personas trans no pedimos privilegios, sino humanidad"

Los coordinadores del grupo trans de Lambda Valencia muestran su preocupación por la paralización de la nueva ley

Airto Granell y Raquel Ruiz, el pasado viernes en València.

Airto Granell y Raquel Ruiz, el pasado viernes en València. / GERMÁN CABALLERO

J.M. Bort

Mientras la denominada Ley Trans parece abocada a un nuevo atasco parlamentario de consecuencias políticas impredecibles, el colectivo trans y Lgtbi anda inquieto. Tanto terreno recorrido, tanto esfuerzo, dicen, para que de repente todo vuelva a estar en el aire sobre una ley que va de dignidad y de derechos humanos por encima de todo, insisten. "Esto es un desgaste emocional para las personas que estamos intentando que se apruebe. La realidad es que ya vamos bastante justos de tiempo para que se apruebe la ley antes de que haya elecciones. Si no se hace antes, se quedará todo atascado", asegura con preocupación Airto Granell, coordinador del grupo trans del colectivo Lambda Valencia.

El colectivo trans lo tiene claro: la ley tiene que salir adelante tal como se presentó y aprobó por el Consejo de Ministros en junio pasado, sin los retrocesos que ha pedido el PSOE. Sus enmiendas buscan, entre otras cuestiones, que los menores de 16 años requieran del aval judicial antes de poder cambiar el nombre y el sexo en el Registro Civil, una exigencia que el texto, tal como está contemplado hoy, recoge únicamente para los menores de 12 a 14 años.

La nueva ley busca, por encima de todo, la autodeterminación del individuo para elegir su sexo, sin necesidad de informes médicos ni psicólogicos para cambiar esa mención en el registro civil. "Hoy, todavía uno necesita un informe psicológico demostrando que uno tiene disforia de género, y uno físico, que confirme que uno lleva dos años hormonándose. Eso está trasnochado. Yo me considero mujer desde los 14 años y hasta los 18 tuve que poner mi vida en espera", explica Raquel Ruiz, también coordinadora del grupo trans de Lambda. Esa mención a la ‘disforia de género’ resulta «tremendamente humillante". La Organización Mundial de la Salud (OMS) despatologizó el cambio de sexo como enfermedad mental. ¿Entonces, por qué tenemos que presentar informes médicos como si estuviéramos enfermos?», asegura Airto, que hoy trabaja como informático en al Ayuntamiento de Aldaia, el pueblo en el que se crio siendo un niño en el cuerpo de una niña.

Apoyo en el camino

Airto hizo el cambio a los 31 años. Ahora tiene 34. "Yo sabía lo que me pasaba, pero no tenía toda la información. En el servicio Orienta de Lambda me ayudaron y la primera vez que escuché mi nombre masculino (Airto) sentí una liberación, como que me encajaron las piezas", recuerda.

Raquel tuvo suerte porque sus padres le acompañaron en el camino. "Mi madre presentó todo lo que tenía que presentar en el registro de Torrent, incluso un informe del instituto para confirmar que a mí me llamaban Raquel desde los 14 años", explica. "Quiero pensar que la ley va a salir adelante. Hemos estado esperando demasiado. Los derechos de las personas trans han sido considerados de segunda clase durante demasiado tiempo. Estamos ‘hartes’ de haber sido menos. Nuestros derechos valen como los de cualquier otro. Que nuestra identidad dependa de ‘nosotres’, no de otros», apostilla Raquel utilizando el lenguaje inclusivo. "Sí, inclusivo, porque con un poquito de empatía el mundo iría mejor. No pedimos paguitas ni privilegios, sino derechos humanos básicos", añade.

"Tiene que aprobarse. Una persona trans que nace hoy va a ser mucho más feliz. Estamos luchando para que la gente que viene detrás, o para los que no han nacido, lo tengan más fácil y no tengan que pasar por momentos duros de tu vida", apunta Airto.

Raquel, una persona muy femenina, que casi pasaría desapercibida en cualquier situación, critica con dureza la postura de algunos sectores feministas que se han posicionado contra esta ley. «Las mujeres trans sufrimos discriminación por ser mujeres y por ser trans. Que no venga aquí ninguna autoproclamada defensora paladina del feminismo a decirme lo que son las depresiones de las mujeres. Porque yo por la noche también tengo a alguien que me siga. Voy por la calle y mi madre me dice que vaya con cuidado, que no enseñe demasiado, que vigile mi bebida. Qué nadie reparta carnés de mujer. Nos han escogido a las personas trans como diana de sus discursos de odio. La transfobia sale muy barata en este país», asegura Raquel, de 24 años.