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Obituario

Fray Jesús Pérez Rodríguez, el joven de Las Perreras que se convirtió en arzobispo en Bolivia

Era hijo adoptivo de la Ciudad de Gáldar y un busto le homenajea en la entrada al barrio de Tinoca

Fray Jesús Pérez Rodríguez. | | ANDRÉS CRUZ

Cuando se le preguntó por algún recuerdo de su niñez en Las Perreras, el pequeño barrio de la capital grancanaria que amanece cada día entre Tamaraceite y Las Torres, respondió que la vida “era más sencilla”. Una vida sencilla que después encontró en Bolivia, el país en que vivió durante gran parte de su vida como arzobispo de Sucre. Fray Jesús Pérez Rodríguez, grancanario de nacimiento y boliviano de adopción, murió ayer a los 84 años de edad en la ciudad de Cochabamba.

Pese a que vivió fuera de la Isla desde prácticamente los 18 años, Pérez Rodríguez regresaba con regularidad para estar con su amplia familia -nueve hermanas y 21 sobrinos contaba en 2013-. Nació el 18 de junio de 1936 en Las Perreras dentro del seno de una familia de campo, con raíces en el pueblo galdense de Juncalillo. Bautizado en la iglesia de Tamaraceite, recordaba en una entrevista su niñez y juventud en Gran Canaria: “La vida era más sencilla, pocas personas, nos conocíamos todos. Para ir a la escuela había que ir andando. Yo iba desde Las Perreras a El Cardón. Hoy la vida es más apurada, ya no se ven las personas como se veían antes por lo acelerado que vivimos todos”.

La escuela de la que habla era la de Antúnez, donde estudió primaria para después entrar en el seminario menor de la Diócesis de Las Palmas donde hizo el bachillerato. Aquella época la rememoraba con cariño, en la que además de estudiar ayudaba a su padre con el transporte de la leche.

Con la mayoría de edad abandonó la Isla para seguir sus estudios, primero dentro de los franciscanos en la parroquia de Nuestra Señora de Loreto de Sevilla y después en el Monasterio de Guadalupe de Cáceres. No llegó al país sudamericano hasta seis años después. Lo hizo a las nueve y media de la noche del 26 de julio de 1960 en un tren que había salido de Buenos Aires y tenía como destino Sucre, la capital de Bolivia que ya le acogió de por vida. Allí continuó sus estudios de teología y se ordenó como sacerdote el 29 de junio de 1962.

En la ciudad andina comenzó como profesor en las escuelas franciscanas de la Recolecta de Sucre, director de la Curia Juvenil y coadjutor y vicario del Convento de San Francisco de Sucre, además de párroco de la Parroquia del hospicio de Cochabamba. En 1985 fue nombrado obispo titular de Lilibeo y Auxiliar de Sucre, para en 1989 convertirse en arzobispo de Sucre.

En sus visitas al Archipiélago recibió numerosos homenajes. La Ciudad de Gáldar le nombró en 2006 hijo adoptivo por la relación tan estrecha que tenía su familia con el municipio. El alcalde, Teodoro Sosa, expresó ayer sus condolencias a la familia por el fallecimiento y destacó no sólo su labor religiosa y humanitaria, sino también “el inmenso amor que siempre mostró a Gáldar y en especial a Juncalillo, al que volvió en varias ocasiones y donde siempre fue recibido por el cariño de sus vecinos”.

Asimismo, su labor fue reconocida con un busto que se levantó aquel mismo año, coincidiendo con su 70 cumpleaños, en la entrada a Tinoca, barrio aruquense donde se afincaron sus padres y una de sus hermana. Por aquellos años aseguraba que no echaba de menos su juventud en Gran Canaria. “Me siento canarión, boliviano y muy sucrense”, afirmaba orgulloso en 2010, cuando adelantó que su futuro seguía estando en Bolivia. Ya entonces anunció que dos años después presentaría su renuncia al Papa tras cumplir 50 años como sacerdote. Finalmente ocurrió en 2013, cuando pasó a ser arzobispo emérito de Sucre y se retiró a un monasterio, donde pasó sus últimos años de vida.

“Falleció a las 6.00 en Cochabamba, perdemos un gran sacerdote, cercano al pueblo, con esta simpatía, sencillez y alegría que desplegó a lo largo de más de 50 años”, señaló ayer al periódico Correo del Sur de Sucre el administrador apostólico del Arquidiócesis de Sucre, monseñor Jesús Juárez.

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