Terremoto de Turquía

Un voluntario canario cuenta su experiencia tras ayudar en las labores de rescate tras el terremoto de Turquía

“El nivel de destrucción que causó el terremoto es muy grande”, indica Chema Madero que ha pasado cinco días en el país otomano

Un voluntario canario cuenta su experiencia en las labores de rescate del terremoto de Turquía

Un terremoto de 7,8 de magnitud sacudió Turquía y Siria durante la madrugada del pasado lunes, 6 de febrero. Como consecuencia del seísmo han fallecido decenas de miles de personas. La comunidad internacional se está volcando en ayudas urgentes para agilizar los rescates de los sepultados y curar a miles de heridos. El epicentro se registró cerca de la ciudad de Kahramanmaras, en el sureste de Turquía y a pocos kilómetros de la frontera con Siria.

Desde entonces millares de personas de todo el mundo han acudido al país otomano para ayudar en las labores de rescate de las víctimas. Entre ellos se encuentra el bombero voluntario canario Chema Madero que regresó este martes a Canarias tras estar cinco días en en la ciudad de Adiyaman, una de las zonas más afectadas por la tragedia.

Este  ingeniero de edificación, pertenece a la ONG Acción Norte y según explicó a los micrófonos de Hoy Por Hoy La Portada, de Radio Club Tenerife, fue a Turquía para "ayudar en la valoración de los edificios, de las estructuras".

En directo

Madero ha señalado que "nada de lo que ves en la tele te prepara para lo que ves allí" y es que "el nivel de destrucción que causó el terremoto es muy grande" ejemplificando que "nosotros estábamos en una ciudad que, teóricamente, no sufrió excesivos daños y prácticamente estaba en el suelo. Nada te prepara para algo así".

“Mucho me temo que aquí no se ha construido nada pensando en un sismo". De hecho, ha aclarado que "pocas ciudades en el mundo se construyen pensando en cosas así. En Japón, por ejemplo, sé que todas las edificaciones que hacen las hacen con vistas a un posible sismo".

El ingeniero de edificación ha concluido que "la desgracia, la devastación, es increíble" y ha añadido que "ves la fuerza de la naturaleza en todo su esplendor. Bueno, la vi con el volcán de La Palma y la he visto ahora en su parte más agresiva. Muy pocas cosas están preparadas para algo así".

Éxodo

Maside, madre de familia, se agota. No grita pero le gustaría, se desespera, ruega e incluso está a punto de darle un bofetón a alguien. Su madre, marido e hija la rodean, sufren como ella, intentan participar en la discusión. Pero Maside, decidida, es quien lleva la voz cantante. "Pero, ¿no lo ve, señor? Lo hemos perdido todo. ¡Todo! La ropa que llevamos puesta es lo único que tenemos. Entiendo lo que dice, pero ¿por qué no podemos entrar a nuestra casa? ¡El edificio sigue en pie!", exhorta la mujer.

Enfrente a ella, un funcionario intenta explicarle que, aunque comprende su situación, hay cientos de miles como ellos, que está todo el mundo igual y que él no puede hacer nada. "Señora, en nuestro sistema su edificio ha sido catalogado como 'dañado severamente'. Se tiene que derribar. No pueden entrar a por sus cosas. Simplemente no pueden, no les puedo dar el permiso. Está prohibido. Es peligroso. El edificio podría venírseles encima", dice el hombre.

—Pero todas nuestras cosas están allí. Estamos sin nada. ¿Qué vamos a hacer? Está todo ahí. Por favor—, pide Maside, que más que convencer al hombre que tiene delante intenta negarse a ella misma lo que le ha tocado vivir.

Señora, de verdad que lo siento. No le puedo decir nada más. Ahora tienen que esperar. Ni yo sé nada. Pueden intentar realizar una petición judicial para que antes de la demolición algunas de sus pertenencias les sean retornadas. Pero eso no lo pueden hacer ahora. Tardarán meses en procesarse. Aún no hay nada claro.

Al fin, tras ruegos y algún refunfuño, la familia se marcha. "Van tarde en todo… ¿Y ahora qué hacemos, mi amor? ¿Nos marchamos?", le pregunta Maside a su marido. La conclusión es clara: la familia, que ha vivido durante generaciones en la ciudad turca de Alejandreta, una de las más golpeadas por el terremoto que sacudió el sureste de Turquía y el noroeste de Siria hace más de una semana, no tiene otra opción que marcharse. Aquí ya no queda nada.