HONORES Y DISTINCIONES DEL CABILDO (XI) | ROQUE NUBLO SOLIDARIDAD INTERNACIONAL

Jorge Hernández: "La indiferencia ante el dolor es uno de los mayores problemas de la sociedad"

El presidente de Yrichen y párroco del Arciprestazgo de La Isleta asume el nombramiento de hijo adoptivo de Gran Canaria como una responsabilidad "porque una isla pone su honor en juego conmigo"

Jorge Hernández, sacerdote y presidente de Yrichen, junto a la sede de la fundación.

Jorge Hernández, sacerdote y presidente de Yrichen, junto a la sede de la fundación. / Juan Castro

Benyara Machinea

Benyara Machinea

Jorge Hernández, presidente de Yrichen y párroco en el Arciprestazgo de La Isleta, recoge con ilusión y respeto su nombramiento como hijo adoptivo de Gran Canaria por el Cabildo insular. El originario de la La Palma ha sido reconocido por su labor en la lucha contra las adicciones, que arrancó en el barrio teldense de La Pardilla, así como por su implicación en iniciativas de la Iglesia como los comedores solidarios.

¿Qué supone para usted ser nombrado hijo adoptivo de Gran Canaria?

A veces me preocupa porque una isla, que es la que me adopta, pone su honor en juego conmigo y eso es una gran responsabilidad. El poder responder no solo a lo que uno ha hecho sino a lo que puede seguir haciendo en el futuro es fundamental y lo vivo con mucho agradecimiento. De alguna manera confían en lo que puedo hacer porque uno no es hijo durante un tiempo, sino que es hijo para toda la vida. 

¿Cuándo llegó a la isla de Gran Canaria?

Llegué desde La Palma sobre el año 1975 para estudiar Magisterio y Teología. Estudié esas dos carreras y me apasionó mucho la Teología porque para mí fue una gran innovación, una perspectiva nueva y, aunque yo ya la había estudiado en Tenerife, aquí se me abrieron grandes puertas con autores que desconocía y que hicieron que me apasionara este campo en el Centro Teológico, como lo llamábamos antiguamente.

¿Cómo se inició en su profesión como párroco?

Después de después de hacer la mili y de haber terminado Teología, mi querido obispo Ramón Echarrén me nombra delegado de Juventud para la Diócesis. Allí estuve trabajando y, cuando pasaron tres años, me ordené en 1984 de cura. Estuve un año más y después ya me mandaron de párroco a La Pardilla, a la parroquia de San Isidro, y a Marquepeña y La Garita. 

¿En qué momento decide que es necesario empezar a prestar ayuda para combatir las adicciones?

En 1989 nace Yrichen. La problemática de las drogas ya la notaba cuando era pastor juvenil, pero al mismo tiempo empezamos a ver en el barrio que la realidad de las drogas había hecho mucho daño, muchas familias estaban pasando auténticos calvarios en un momento en el que la heroína, fundamentalmente, comenzaba a hacer estragos. Siempre he dicho que es la realidad la que nos tiene que llevar a descubrir lo que Dios quiere y empezamos a pensar en atender a las personas con problemas de adicciones que había en el barrio. Aquello empezó siendo un grupo de amigos que intentábamos responder lo mejor posible, aprendiendo a trabajar porque no teníamos ni idea, y a partir de ahí empezamos a funcionar. El late motiv de la iglesia es que la mirada de la realidad nos tiene que ayudar a descubrir lo que tenemos que hacer, siempre he dicho que tenemos que tener una oreja escuchando lo que ocurre a nuestro alrededor y la otra descubriendo lo que Dios nos pide y el evangelio. En eso también influye la gente de la que me he ido rodeando porque esto no lo hace uno solo, eso es imposible, sino que lo hace un grupo de gente que nos comprometemos. 

"Si hay un barrio que merece un premio por su solidaridad con las adicciones ese es el de La Pardilla"

¿Cuántas personas empezaron y cuántas son a día de hoy? 

El grupo que empezamos éramos cuatro o cinco voluntarios, que éramos Miguel, Inma, Saro… Empezamos a construir y a hacer algunas cositas, pero esto ha ido creciendo. En estos momentos estamos más de 60 trabajadores con cerca de 80 voluntarios y ha ido creciendo solo en función de las necesidades. Esto ha empezado también porque la realidad nos apremiaba, así como el dolor de la gente, de las familias, de las madres… Eso era terrible y cuando nos piden ayuda por sus hijos siempre me mata. Recuerdo a unos padres que decían la droga es el cáncer de las familias porque muchas veces las destruyen, es un dolor increíble y una impotencia que tienen esos padres frente a la realidad. Cuando nos dieron el premio Reina Sofía le decíamos que Yrichen nace porque nace el dolor, el sufrimiento y nosotros tenemos esperanza. Eso sigue siendo algo que motiva a Yrichen, porque nos preocupan los más empobrecidos, los que peor lo están pasando y nosotros no queremos perder nunca el norte de que esa es la gente a la que le queremos dedicar nuestra vida y nuestro tiempo.

¿Cómo se implicaron los vecinos del barrio?

La Pardilla fue un barrio ejemplar, con algunas excepciones que ni siquiera vale la pena nombrar, que vio circular desde 1989 hasta 2003 por su plaza, utilizando los sótanos de la parroquia, se hizo un servicio increíble y el barrio fue solidario de tal manera que nuestro centro, la gente y los chicos y chicas que estábamos aquí se implicaban en las fiestas y en las actividades intentando colaborar. Igual que en otras zonas ocurría que en la Península las noticias eran las protestas de los vecinos, aquí no hubo protestas. Los vecinos y la gente joven se implicaron y era muy bonito ver cómo la gente ayudaba. Recuerdo que si nos hacía falta cualquier cosa sacabas el altavoz en la iglesia y la gente venía a ayudar, traían sus guitarras… Muchas veces dije que si hubo un barrio que por su solidaridad en materia de adicciones se merecía un premio era el barrio de La Pardilla, que asumió desde los sótanos de su iglesia una responsabilidad que en ningún otro sitio de España se había mostrado de esa forma.

Con el paso de los años lograron abrir este centro para desarrollar su labor. ¿Cómo influye esto en el desarrollo de las actividades?

Este centro nos ha permitido mejorar, ser mucho más eficientes, nos ha hecho mejorar la atención de las personas y es un sitio acogedor. Es un recurso envidia en Canarias pero, igualmente, este espacio se va deslocalizando porque tenemos recursos en Jinámar, en el Tablero de Maspalomas, tenemos espacios en el centro penitenciario del sur, porque eso ayuda a que haya cercanía y una atención directa a las personas en los espacios en los que están, tenemos hasta un local móvil y buscamos que sea un lugar en movimiento para que Yrichen se adapte a las personas y no las personas a Yrichen. Eso nos ha llevado también a descubrir que tenemos que trabajar en una perspectiva de género. Muchas veces nos hemos dado cuenta de que hemos hecho un centro en un principio muy focalizado en los hombres. Todo el centro se ha formado, desde la persona que se limpia hasta al presidente del patronato les hemos hecho formación y formación en materia de género, con lo cual nos invita a responder a las nuevas necesidades. Tenemos que mirar que la realidad siempre nos transforme y yo soy un caminante más.

"Estoy aquí porque los más empobrecidos me han aupado y eso no quiero que se me olvide nunca"

¿Cuáles son las nuevas realidades que surgen?

La clave está en que nos hemos ido adaptando a las nuevas necesidades. Aparecen las nuevas adicciones que tienen que ver con sustancias, sin sustancias, todos los nuevos fenómenos y hemos sido capaces de responder ante esto. Yo estoy aquí porque los más empobrecidos me han aupado y eso no quiero que se me olvide nunca porque me puedo equivocar. Yo utilizo una frase del evangelio de Jesús, que creo que es fundamental y es: siervo inútil, has hecho lo que tenías que hacer. Yo he hecho lo que tenía que hacer y el que me tiene que premiar al final es él. La primera vez que me nombraron hijo adoptivo de Telde mi madre me preguntaba: ¿Tan mal te he tratado, hijo mío, que te tienen que adoptar en esa Isla?

Al margen de la fundación también se ha implicado en otras iniciativas solidarias. ¿Puede nombrar algunas de ellas? 

En todas las parroquias en las que he estado he tratado de implicarme en el trabajo con la gente, entonces si hay algo que me parece clave es que, cuando llegas a un sitio, lo más importante es estar pendiente de lo que ocurre. Dios no te llama ni se te aparece, no creo en las apariciones. Dios habla en la vida, lo que hay que estar muy pendientes. La indiferencia ante el dolor humano es uno de los problemas más graves que existen hoy en la sociedad, una sociedad escandalosamente desigual, donde el grito de los más desfavorecidos tiene que ponerte a funcionar. La calle destroza a las personas y se están dando fenómenos de enfermedades mentales. Tenemos que hacer un esfuerzo por favorecer la integración.

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