Días de finados y difuntos | Los cementerios de la Isla se llenan de vida
La isla enrama a sus muertos con el temor de perder esta tradición
Los cementerios teldenses, igual que los del resto de la isla de Gran Canaria, se llenaron este día de Todos los Santos de personas que visitaban las tumbas de sus seres queridos
Los camposantos de San Juan y San Gregorio acogieron conciertos de música clásica y góspel, y una actuación de la Banda Municipal de Música
Como cada 1 de noviembre los camposantos se convirtieron ayer en un lugar de peregrinación para recordar a las personas que han fallecido, una costumbre que, temen muchos, se está perdiendo
"Por mucho que pasen los años, las pérdidas no se olvidan". Sentada en un banco, sola y pensativa, Fátima recuerda a los suyos en un "día tan especial" como el de Todos los Santos. En el cementerio de San Juan, en Telde, están enterrados sus padres, sus abuelos y toda la familia. "Todos los días me acuerdo de ellos, pero hoy más".
Su última pérdida fue la de su madre, hace 19 años, y acude a este camposanto de forma habitual para limpiar los nichos, colocar flores y, sobre todo, recordar. Y nunca falta los 1 de noviembre. "Me gusta conservar esta tradición que sé que con el tiempo desaparecerá porque cada vez se incinera más gente y porque los jóvenes ya no vienen". En su caso, que no tiene hijos, duda mucho que sus sobrinos vayan a asumir esta labor.
Los cementerios de Telde, al igual que los del resto de la isla, se llenaron de vida hoy por el Día de los Finaos y eso, a pesar de que muchas personas optaron por 'enramar' las tumbas de sus familiares días antes para evitar las aglomeraciones.
Música en directo
Este año, además, la visita a los camposantos teldenses -el de San Juan y el de San Gregorio- tenía un atractivo especial: los conciertos de música clásica y góspel, y la actuación de la Banda Municipal de Música programados por el Ayuntamiento de Telde.
A Santiago no le importó ni el sol ni estar de pie. Fue profesor de música en el IES José Arencibia Gil y hoy su hija tocaba la viola en un cuarteto de cuerda en el pasillo central del cementerio. "Es un detalle muy bonito para las personas que vienen a ver a sus seres queridos y para mí lo es más por ella", dijo orgulloso señalando a su descendiente. Cerca él, otra de sus hijas buscaba una sombra cercana para escuchar a su hermana.
Los cementerios de San Juan y San Gregorio acogieron conciertos de música clásica y góspel
"Ya era hora de que se hiciera algo así. Es la primera vez que lo veo, pero me ha encantado" afirmó Carmen, mientras esperaba el inicio de la misa junto a sus hermanas Francisca y Encarna en un banco, a la sombra, frente a tumba de sus padres. Su madre fue la primera en fallecer, hace 41 años, y desde entonces no hay semana que una de ellas esté en este rincón del parque de San Juan adecentando el nicho. "Nos hemos organizado bien y nos toca venir cada dos semanas".
Cada 15 días también va Manolo. La herida por la pérdida de su mujer hace siete años y medio aún está muy abierta, y se le quiebra la voz contando que cada dos semanas renueva las flores de la tumba donde reposa junto a su madre. Esta costumbre, asegura, "se está perdiendo porque la juventud tiene poca voluntad de mantenerla".
"Aquí tengo a mi madre, a mi padre y a tres hermanos; mi marido está en San Gregorio y ya lo enramé antes de venir a San Juan", detalla pausadamente Yolanda sentada junto al espacio habilitado para la misa en el cementerio. Hoy dedicará todo el día a recordar a los seres queridos que han fallecido ya "y por la tarde voy a la parroquia para la misa".
El precio de las flores
Protegiéndose del sol con paraguas, Tere, Domingo, Estrella y Luis también esperaban por la homilía y aprovechaban para reflexionar sobre el precio de las flores. "Un ramo son como mínimo 30 euros y eso que estoy hablando de un solo vaso", aseveró Tere, que asegura que cada vez que se acerca una fecha señalada como esta el precio de las flores aumenta.
Josefina también estaba escandalizada porque su hermana, que fue la encargada de ir a comprar este año el ramo, le dijo que "rosas no, que cuestan casi 3 euros cada una". Al final optaron por un ramillete de crisantemos malvas que no sabe cuánto costó. Carmen coincidía en el elevado precio de las flores. Este año pagó 40 euros, "más o menos lo que en años anteriores", para decorar el nicho de sus padres y poner flores sueltas -claveles- en las de otros familiares menos allegados.
Quien no estaba de acuerdo era Olga, que afirma que "el truco está en saber elegir la floristería". Ella, dice, va a una "que nunca sube el precio, ni por el día de los difuntos, ni por otra fecha señalada".
Temor compartido
Olga acude a menudo al cementerio de San Juan para cuidar las tumbas de su familia. A sus "73 años en marzo", va y viene caminando desde el Callejón del Castillo. Le preocupa saber que al no tener descendencia "lo más seguro es que nadie venga a ponerme flores cuando muera". Mientras, reivindica el civismo y pide a las personas que van a poner flores que dejen limpio todo. "Tengo que ponerme a barrer todo porque vienen y dejan todo lleno de hojas, trozos de tallos y otras cosas".
Es un temor compartido. Isabel y Francisco tuvieron un hijo, pero "falleció muy pronto". Ir al cementerio ya les cuesta un gran esfuerzo por los achaques de la edad, pero no fallan ningún año. "A nuestra edad, se va acercando el momento de venir para quedarnos", dijo él. Ella solo le dio una palmada en el brazo y dijo "no nos queda nadie, así que el nicho estará sin flores".
Las personas mayores temen que la juventud no visite a sus muertos y se deje de adornar los nichos con ramos
Mima también siente esta preocupación porque aunque tiene una hija, no tiene nietos. "Yo no voy a tener quien venga, salvo que alguien que no sea de mi familia quiera hacerlo por su cuenta". Tiene ya a tantos seres queridos en este camposanto que necesita dos días para limpiar y llenar de flores sus nichos. Ayer se dedicó a las tumbas más cercanas a la entrada y hoy a las demás, sobre todo a la de su marido. Cerca de esta, sentada al borde de un parterre, escuchó la misa. "Normalmente vengo con mi hija, pero está mala con el Covid. Es la segunda vez y lo está pasando peor que la primera". También reclama más limpieza del camposanto. "Ayer tuve que ponerme a barrer yo, aunque hoy ya he visto que está todo más limpio y hay una persona barriendo".
Continuando la tradición
Aunque la mayoría de las personas que hoy estaban en cementerio eran mayores, también había familias con niños y jóvenes con el firme propósito de mantener esta tradición. Una de ellas era la de Ángela, Carlos y su hija Telma, de 12 años. Él cuenta que tiene grandes recuerdos de su infancia en torno a este día. "Solía venir con mis padres y abuelos que se ponían hablar con sus amigos de los que ya no estaban y a limpiar las tumbas". Su madre es quien se encarga de poner las flores en los nichos en los que reposan los cuerpos de su padre y sus abuelos porque "le hace ilusión", pero él va a menudo y no falta ningún 1 de noviembre. Confía en que esta tradición tenga continuidad con sus hijos.
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