Telde.

Derramas de hasta 70.000 euros para arreglar el edificio Las Salinas

La rehabilitación del emblemático inmueble de La Garita arranca tras años de deterioro | Varios de sus dueños venden ante la imposibilidad de afrontar el gasto

Derramas de hasta 70.000 euros  para arreglar el edificio Las Salinas

Derramas de hasta 70.000 euros para arreglar el edificio Las Salinas / J. J. J.

J. J. J.

La comunidad de propietarios del edificio Las Salinas, ubicado en La Garita, un emblemático inmueble construido hace 48 años con vistas al mar y que aloja a 84 viviendas, emprende por fin su rehabilitación con un coste de unos tres millones y medio de euros, lo que supone para sus dueños derramas de entre 45.000 y los 70.000 euros dependiendo de la superficie de cada unidad.

Iniciar estos trabajos ha conllevado un largo camino con los preceptivos informes de arquitectos y la aprobación del proyecto de rehabilitación, a principios de este mes, por parte de la junta de gobierno local de Telde, tras años con el edificio apuntalado por daños en su estructura.

La cuantía de estas derramas han dejado, sobre todo a los propietarios más antiguos, en un auténtico dilema para su futuro en el edificio, como el caso de una de las más antiguas residentes, que compró hace 35 años, en su época de esplendor, «de cuando hasta funcionaba la piscina», y que ahora debe afrontar el pago de unos 70.000 euros «por tener más frontis».

A lo largo de estos años esta jubilada ha vivido el progresivo deterioro de Las Salinas, que achaca a la dejadez de las precedentes juntas directivas, por lo que considera que debería auditarse la actuación de esos anteriores equipos «y pedir responsabilidades porque aquí los distintos presidentes que hemos tenido se han ido de rositas».

La propietaria, que no quiere ofrecer su nombre, asevera que «estoy de acuerdo con los trabajos de rehabilitación, pero pagaré bajo mis posibilidades», ya que, entre otras, a lo largo de todos años viviendo en el inmueble «ha sido la historia de una derrama tras otra en actuaciones superfluas», para acabar con tal estado de deterioro que «parece que la casa se me va a venir abajo, sin poderme ni siquiera asomar al balcón porque los casquetes se caen», motivos todos ellos por el que tiene su caso en «un proceso judicial», según afirma.

Asegura que «hay propietarios que no se han visto en otra que tener que vender y ahora mismo hay una mujer que llora por los pasillos porque no puede afrontar esa cantidad». En idéntica situación se encuentra esta misma fuente, que por su condición de jubilada no puede recurrir a un préstamo bancario, sostiene, «y lo que realmente me ha sentado mal es que me insinúen que venda, y yo no me voy a vivir al puente de Telde».

Ante este dilema ilustra que especialmente los que tenían sus propiedades como segunda vivienda se han ido deshaciendo de sus propiedades en el edificio Las Salinas.

Mónica Rodríguez es la administradora de la finca, y reconoce que existieron discrepancias para abordar el arreglo del edificio hace dos años, «pero ahora mismo hay unanimidad y no existe ningún problema, salvo por algún vecino que no asiste a las juntas».

En este sentido ilustra que esas reuniones registran «una asistencia superior a la que había hasta ahora, y en ellas se ha demostrado que todo el mundo está de acuerdo». Rodríguez explica que a ella también le parece una cuantiosa derrama, pero que se trata de un refuerzo estructural que incluye el arreglo de fachadas y zonas comunes, lo que implica la rehabilitación integral del inmueble, «un trabajo que no obedece a razones estéticas, sino que necesita hacerse sí o sí».

En esa lado a favor se encuentra un propietario de última hornada, «de hace poco», que considera que sí, «que se trata de una derrama abultada pero los propietarios lo tienen que hacer, y de hecho lo más importante es que se hayan puesto de acuerdo y por fin hayan salido adelante las cuentas porque es un edificio que lleva años apuntalado por el mal estado que presenta».

La rehipoteca

Para afrontar el dispendio «me he tenido que rehipotecar», pero también incide en que era algo «que tenia claro cuando compré porque era consciente del estado en el que se encontraba», para confirmar que antiguos propietarios «han tenido que vender, pero otra opción no hay».

Añade por último que ahora mismo el edificio tiene una mejor presencia que algunos de su entorno, y que «la gente lo está viviendo con un personal de mantenimiento y con sus ascensores en funcionamiento, aunque de momento aún luzca un aspecto maltrecho por fuera».

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