Telde.

El yacimiento olvidado de La Garita

A apenas 230 metros en línea recta de las dos estructuras prehispánicas de Lomo de Los Melones permanece sepultada una vivienda cruciforme de los antiguos canarios

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

A solo 230 metros lineales del yacimiento de Lomo Los Melones, colindando con el colegio de La Garita, se encuentra sepultada bajo tierra y escombros, y sin ninguna protección, una vivienda prehispánica cruciforme, uno de los últimos testigos de los usos y costumbres de los antiguos canarios en el municipio de Telde, hoy bajo la amenaza de que el olvido abra el camino libre a tractores y excavadoras. 

Corre el año 1991 cuando el restaurador arqueológico Paco Pintado, junto con un arqueólogo, descubren en un solar de La Garita una casa prehispánica de planta cruciforme de dos alcobas a solo 230 metros en línea recta del yacimiento de Lomo Los Melones, denominación que guarda el topónimo de la playa antes de que Franco mandara construir una casamata que con el andar del tiempo sustituyó su nombre primigenio.

Aquella vivienda aislada ha quedado atrapada en un enorme erial amurallado en casi todo su perímetro, y colindando a apenas centímetros del colegio de La Garita. Pintado esperaba que esa reliquia prehispánica terminara formando parte del arcano patrimonial de Telde pero, con el paso del tiempo, ha finalizado, 33 años después de su descubrimiento, sepultada en un mixturado de teniques, tierra y escombros, tal como lucía este lunes 19 de febrero de 2024.

Ello a pesar de los diferentes intentos para rescatarla del olvido, de pedir en un primer paso casi el favor al arquitecto responsable del perimetrado del solar que desviara -con éxito-, su trayectoria para no dañarlo, y tras realizarse diferentes sondeos por parte del Cabildo, así como del Museo Canario, unas intervenciones que, según Peinado, acabaron con las catas abiertas, lo que perjudicó aún más al conjunto.

En la caterva de episodios relata también el paso de un antiguo concejal de Telde responsable de allanar el terreno para trazar una pista, «en la que pasó rozando un tractor destruyendo una parte de la fachada», tras lo cual asomaron restos de madera quemada, potenciales indicios de la vida doméstica en el conjunto.

El último capítulo ha sido el de tratar poner en conocimiento del alcalde de Telde el tesoro que guarda el lugar, para «junto con el Cabildo excavar y protegerlo anexo al colegio de La Garita», pero sin resultado de momento. Pintado teme que una futura urbanización del terreno, dada su estratégica situación, termine por hacer desaparecer la estructura.

Sería un caso paralelo ocurrido a esos 230 metros donde se encuentra el citado yacimiento de Lomo Los Melones, que también fue descubierto en los años 90 por una vecina tras el inicio de las obras del fallido y ruinoso centro comercial que preside la playa.

En aquella ocasión la señora alertó al grupo ecologista Turcón de la presencia de unos muros sospechosamente prehispánicos. La asociación presenta una demanda pero la constructora acelera los trabajos arruinando un horno de cal, entre otros elementos.

La factoría

Ese desprecio por el patrimonio adquiría cada vez mayor relevancia a partir de lo que arrojaban los estudios de las dos estructuras restantes que pudieron ser salvadas, y cuyas conclusiones pasaban por ser una especie de factoría con dos espacios dedicados al tratamiento de la carne y el pescado, una factoría de características casi únicas en Canarias que rivalizaban con la estructura número 25 de Cueva Pintada, que también se considera destinada al procesado y almacenamiento de alimentos.

De Los Melones se extrajeron un total de 2.088 restos carpológicos, y el mayor experto de Canarias en esta disciplina, el carpólogo Jacob Morales, sitúa su arranque en el siglo XIII, hallando allí no solo el mayor número de semillas de higos de todo el archipiélago sino incluso indicios de que los antiguos canarios realizaban entre sus muros el torrefactado de un gofio que ya llegaba cribado de otro lugar.

A ello se suman elementos como los inéditos -hasta la fecha- cuernos de cabra debidamente afilados para descamar el pescado, y que fueron hallados aún con restos de escamas pegadas al hueso, o los despieces de ovejas, cabras y cochinos.

Y más, como semillas de balos, de mocán, de palmera, a lo que se añadían frutos del mar con todo tipo de moluscos de la zona, como thais, burgados, lapas, erizos o cangrejos.

El arqueólogo Abel Galindo, que dirigiría la segunda excavación de ese yacimiento, explicaría a este periódico en 2013 que no era un lugar donde vivir, sino destinado exclusivamente al procesamiento de alimentos con estancias separadas y diseñadas para esos trabajos, que además son realizados por los considerados intocables por su contacto con la sangre y por su condición de matarifes. Estos intocables son enterrados fuera de los recintos sagrados de las necrópolis, como ocurre en Agaete, donde se encuentran en el exterior de su muro.

Todo esto y mucho más es lo que ha dado de sí el frenar la destrucción de Los Melones, porque, al igual que ocurre con su vecino desamparado, no son solo los muros, sino las auténticas enciclopedias que guardan bajo tierra.