La Unión Deportiva Las Palmas se ha pasado los últimos 13 años empeñada en seguir, como los tres Reyes Magos de Oriente, una estrella en busca de su destino final: la Primera División. Esa luz, como el que persigue un sueño, ha iluminado el camino del equipo amarillo -lejos de la élite- hasta lugares como el nuevo San Mamés, estadio en el que anoche el representativo grancanario compareció por primera vez en su historia. Y allí, en La Catedral, en una plaza tan grande y frente a un rival con tanta leyenda como el Athletic Club, la UD sumó un puntazo (2-2) que aparece en el horizonte como un regalo. Primero, porque le permite sumar para alejarse de la zona de descenso; segundo, porque premia su método de juego; y por último, porque empatar en Bilbao sabe a gloria.

A la UD, nada más ponerse el balón en juego en el nuevo San Mamés, le dio un ataque de nostalgia. Como en 2000, cuando ganó en la vieja Catedral 0-3 y salió ovacionado por la hinchada rojiblanca, el equipo amarillo dibujó un rondo en una esquina del campo. La jugada, un tiralíneas trazado por El Zhar y Tana, casi culmina en una obra de arte: un derechazo de Araujo que, lleno de mala intención, puso a prueba a Iraizoz en el minuto cuatro. El portero del Athletic sacó el balón a córner.

Así, con Las Palmas en plan atrevido y el Athletic henchido de confianza al dar forma en las últimas semanas a una remontada en la tabla clasificatoria, el primer tiempo se jugó a todo trapo y dejó momentos intensos, con dos equipos que interpretan el juego de manera diferente pero que generan un buen maridaje. La UD quiso tener la pelota; al Athletic le bastó con tener espacios tras la defensa amarilla y lanzar a correr a sus dos puntas, Iñaki Williams y Aritz Aduriz.

De tanto empujar, el Athletic convirtió el terreno de juego en una especie de cuesta abajo que acababa siempre en el área de la Unión Deportiva, que no renunció a su método pero que pocas veces se sintió cómodo ante un rival que mordía cada vez que algún futbolista amarillo se colaba en su campo. Con Hernán de baja, Quique Setién optó por plantar en La Catedral a la línea de defensa que hace unos meses participó en el ascenso a Primera: David Simón, David García, Aythami -los dos centrales fueron novedad en el once- y Dani Castellano. Por delante, con Roque de baja por sanción, eligió a Culio para formar pareja con Vicente en el doble pivote. Y en ataque, los esperados: El Zhar, Tana, Viera y Araujo.

Riguroso penalti

El primer aviso amarillo espoleó al Athletic que, al siguiente movimiento, ya rondó el gol. Fue en el minuto seis y tuvo como protagonistas a Aduriz, David García y Varas. El primero, tras un centro de De Marcos, le comió la tostada al central amarillo -que resbaló en el corazón del área- y, con todo a favor, para hacer el 1-0 se topó con un paradón del portero de Las Palmas. La jugada marcó el camino de todo lo que vino inmediatamente después. Entre todo el orgullo que mostró en La Catedral, al representativo grancanario le faltó una solución de continuidad para dar forma a su patrón de juego.

El balón, piedra angular de la idea de Setién, apenas duraba en las botas de los futbolistas del equipo amarillo. Y sin la pelota, tanto para atacar como para defender, la Unión Deportiva se convierte en una presa fácil en cualquier campo y ante cualquier rival. De golpe, el Athletic se convirtió en un ventarrón. Marcaba el reloj el minuto 16 cuando el cuadro local soltó el primer zarpazo en la cara de Las Palmas. Aduriz hizo el 1-0 al convertir un riguroso penalti que señaló Del Cerro Grande por una mano de David García -tras chocar en el pie del propio central- después de un chut de Susaeta desde la frontal.

El tanto de Aduriz hizo que la UD se tambaleara y, en medio de ese vaivén, el equipo que entrena Ernesto Valverde pudo noquear al amarillo. Etxeita, en el minuto 19, cabeceó a un poste un saque esquina y, poco después (min. 24), el conjunto rojiblanco enjauló a Las Palmas en su propia área durante un trecho que pareció una eternidad. Al representativo grancanario, de repente, le faltó fútbol para contener a un rival feliz que embestía desde todos los puntos cardinales y de todas las maneras posibles.

Iturraspe por Mikel Rico

La Unión Deportiva, tras el 1-0 y hasta el descanso, se quedó sin brújula y deambuló por San Mamés sin ton ni son. Culio no mezcló con nadie en el centro del campo y el equipo de Setién se partió en dos, con su retaguardia y los jugadores de ataque separados por un mundo de distancia. La diferencia entre los dos conjuntos era una simple cuestión de ánimo en el ecuador del duelo: al Athletic se le notaba feliz; a la UD se le veía incómoda.

Tras un arranque insulso, Valverde hizo un movimiento que cambió el panorama. Con el marcador a favor, retiró a Mikel Rico y puso sobre el campo a Iturraspe (min. 53) para tener más el balón y dar tanta calma como armonía al ataque del Athletic. La jugada le salió mal al técnico vasco, porque la sustitución desató a Las Palmas que, sin Rico sobre el césped, empezó a moverse como el reo al que le quitan las cadenas. Más suelta, más metódica, más estructurada, la UD recuperó el control de la pelota, dio un paso al frente y empezó a dictar el orden del partido. Y ahí, justo en ese momento, emergió figura de Vicente.

Cada vez que el mediocentro de Las Palmas abrigaba el balón con su pierna izquierda y ponía en marcha la maquinaria amarilla, un murmullo se levantaba desde el interior de San Mamés para advertir al Athletic del peligro. La UD, al modo y manera de Vicente, se vino arriba y por medio del propio centrocampista -tras varios rechaces después de un córner- logró el empate (1-1, min. 62). Ni siquiera el varapalo posterior, que llegó de inmediato y en forma de diana de Iñaki Williams (2-1, min. 66) -tras dos despejes horrendos de Viera y Culio y un resbalón de Dani Castellano- provocó que Las Palmas escribiera un renglón torcido en La Catedral.

Bajo la lluvia, por debajo en el marcador y ante un rival de categoría, la Unión Deportiva perseveró en su idea. Cogió la pelota y, dentro de sus limitaciones, jugó y jugó y jugó hasta que Tana -después de un mal despeje de De Marcos- enganchó una media volea desde la frontal del área para hacer el 2-2 (min. 82) y cargar de regalos la mochila amarilla, que viene de Bilbao con oro, incienso, mirra y un puntazo.