En cada control que hacen, en cada pase que trazan y en cada golpeo al balón, está ahí al fondo. En cada entrenamiento, en cada partido como local, imperioso, detrás del césped artificial del Anexo, se levanta el Estadio de Gran Canaria. Ése es el lugar que todos los futbolistas de Las Palmas Atlético, filial de la UD Las Palmas, campeón con todos los honores de la Tercera División canaria, quieren alcanzar algún día.

Ese paraíso al que aspiran está hoy algo más cerca. Quique Setién, entrenador del primer equipo, les abrió la puerta en la rueda de prensa pospartido tras la victoria sobre el Real Betis. Con 38 puntos en el saco y la salvación virtual a falta del sello matemático cuando restan siete jornadas, el cántabro tiene una idea en la cabeza. "Mi intención es contar con jugadores del filial [...] Mi idea es que algunos de los chavales de abajo puedan debutar y podamos verlos", comentó el técnico amarillo.

Y ahí, en Las Palmas Atlético, con el título de Tercera ya en la vitrina y con el objetivo claro de devolver al filial a la Segunda División B en la promoción por el ascenso, nombres como los de Benito, Erik Expósito, Eric Curbelo o Carlos González saltan a escena. Los cuatro ya han entrado en distintos momentos de la campaña en la dinámica del primer equipo y todos saben también lo que supone acabar en una convocatoria final en Primera División.

Benito Ramírez del Toro (La Aldea, 1995) es el último producto de la cantera amarilla que ha tenido la oportunidad de portar la camiseta del primer equipo. Fueron apenas un par de minutos -salió en el 88 ante el Deportivo de La Coruña- que ya son inolvidables para él. "Fue una sensación única. Nunca había vivido emociones tan fuertes. La experiencia fue muy grande, el trato de los compañeros que siempre se portaron muy bien en esos momentos. Ahora sólo queda seguir trabajando para que se pueda repetir", explica el extremo aldeano.

La historia de Benito y el fútbol empezó con ocho años en la UD San Nicolás. Su salto a la gran UD de Canarias llegó en cadete. Residente en La Aldea, ir y volver cada día para entrenar se hizo inviable. La casa amarilla, la pequeña residencia que tiene el club en Las Torres, se convirtió en su hogar. "Pude estar allí cinco años. Salir de casa me valió como experiencia. Maduras más rápido y me valió para crecer a nivel profesional", cuenta.

De su cabeza no se van dos cosas: ascender a Segunda B y poder volver a tener otra oportunidad en el primer equipo. "Trabajamos para eso", apostilla.

Erik Expósito -de la generación del 96- compartió con Benito banquillo ante el Deportivo. El delantero tinerfeño, criado en el barrio lagunero de La Cuesta, llegó este verano a la entidad procedente del Málaga. Aquel día no le llegó el debut. Tampoco unas semanas más tarde, cuando la UD se desplazó hasta Barcelona para jugar con el Espanyol. "Me quedé a las puertas un par de veces. Estar en esa dinámica es un sueño. La verdad que poco a poco se está cumpliendo, pero queda mucho que dar en el día a día", comenta, repitiendo la misma pauta que Benito. Ascender con el filial es toda una prioridad.

En su cuenta particular alumbra 17 goles bajo un cuerpo imponente -mide más de 190 centímetros-. "No me obsesionan los goles. Intento ayudar al equipo con lo que venga", añade. Tinerfeño, esculpido por el CD Verdellada y el Barranco Hondo antes de salir a la Península, nunca pasó por el CD Tenerife. "A veces me cae alguna broma de cachondeo cuando vuelvo a casa por eso del pique insular", afirma.

La tercera arista

En aquel partido en enero ante el Deportivo de La Coruña, donde Benito debutó con el primer equipo, Erik Expósito no estuvo solo calentando en la banda. Porque por allí también calentó Eric Curbelo (Santa Brígida, 1994). La expulsión de Aythami Artiles por doble amarilla le abrió un hueco que, al final, cubrió Ángel Montoro en la zaga. "Los días anteriores al partido le das más vueltas a la cabeza, pero el día de la convocatoria, me quité los nervios, como si hubiera ido con el filial", argumenta el zaguero satauteño.

Formado en el Estrella Roja, Universidad, Las Palmas y Telde, volvió al Anexo tras pasar por el Leioa vasco en Segunda División B. "Ésta es una de las mejores temporadas que me estoy pegando. Se están dando los resultados y eso siempre cuenta. Está claro que toda la cadena de filiales de Las Palmas tiene el objetivo o el sueño de llegar al primer equipo. Siempre queda esa esperanza de debutar", añade.

Carlos González (Santa Lucía de Tirajana, 1997) no estuvo ese día, pero sí que se sentó en el banquillo el curso pasado. En El Madrigal, cuando aún era juvenil y lideraba al equipo de José Ojeda y Pachi Castellano, el canterano entró por primera vez en una lista de convocados con el primer equipo. "Quién diga que no tiene el sueño de estar ahí algún día, miente. ¿Quién no quiere hacerlo? Me encantaría llegar al fútbol profesional y si es con el equipo de mi tierra, mejor. Lo daré todo para tener esa oportunidad", añade.

Todo en una temporada donde varias lesiones y un inoportuno accidente de tráfico frenó su progresión. "Me centro en mi papel con el filial y si me llaman, encantado. No estoy siempre pensando en volver", resume, "más metido y más centrado" que hace unos meses. "El objetivo es ascender. Jugamos a un fútbol que hacía tiempo que no se veía en Las Palmas Atlético", puntualiza Carlos, ex del Vecindario, Zaragoza o Atleti, que completó la pretemporada con el primer equipo. El cuarteto no está solo. Detrás se esconden más nombres como los de Borja Herrera, Ronaldo Peña, Fabio o Castaño. Y todos tienen hambre.