Es difícil que una victoria, por pobre que sea, no contente a tu parroquia. El nivel de descontento que viven los fieles de la UD Las Palmas es tal que cuando acabó el partido contra el Sporting de Gijón y el equipo amarillo volvió a sumar de tres le costó sacar una sonrisa (1-0). Andaba inmersa en explicarse cómo era posible que tuviera que contener la respiración en la última jugada del partido, después de indultar una y otra vez al Sporting; intentaba comprender los cambios de Paco Herrera, cuanto menos, complicados de leer visto el partido; pensaba en que, si el asunto no cambia demasiado, este resultado solo enmascara un día más de recesión, aunque la primera parte hubiera dejado entrever esos brotes verdes que acabaron pisoteados.

Cuando ganar no es suficiente es por algo. La UD, que firma una larga descomposición desde el curso pasado, no termina de quitarse esas cadenas que arrastra. Eso, unido al devenir de esta temporada, invade el ambiente, enrarecido siempre, cada jornada más. Sufrió Las Palmas un mundo para sacar un partido adelante que debió cerrar con matasellos.

Ganó Las Palmas para agarrarse a un resultado. Y ese llegó en base a su primera mitad, de carácter, juego y visión puesta en el campo contrario. Se subió sobre el motor de Ruiz de Galarreta y la velocidad de sus bandas, compuestas por Fidel y Blum -lo mejor de la noche- y enganchó tres puntos frente a un Sporting mermado en efectivos y talento. El gol del centrocampista vasco, en una contra de libro de la UD, decantó un partido de dos caras para Las Palmas: la primera otorga algo de crédito a estos jugadores y a Paco Herrera; la segunda, deja a la UD en el lugar que estaba, el de la más absoluta mediocridad.

Visto lo visto, Las Palmas escapó de otro cisma, de otra noche de furia en el Gran Canaria. Se cargó a la mochila un triunfo con el que empezar a reconstruirse y poder aspirar a algo de aquí a mitad de temporada, en lo que supone la segunda victoria de Paco Herrera al frente de la UD -descontando los tres puntos del Reus-.

Correr y correr

Y eso que ni 20 segundos tardó el Sporting en poner en aviso a la UD Las Palmas, con un golpeo desde la frontal de Álex Alegría que salió desviado a córner. Paco Herrera volvió a incorporar a su once inicial a su brújula: Gaby Peñalba. Optó por la naturalidad para incluir en la banda a Fidel Chaves y mantener a Danny Blum; reforzado por la presencia de Álvaro Lemos en el costado diestro.

Fue así, a través de la normalidad, como Las Palmas enseñó el diente. Fidel cabalgó desde su campo para dejar atrás a Cordero, poner en jaque a la defensa del Sporting y enviar un servicio raso que despejó la zaga asturiana cuando Rubén Castro se relamía en el área pequeña.

La simpleza de lo elemental guiaba a la UD: con bandas, a por ellas. Corría con Fidel y Blum para ensanchar el campo amarillo. En diez minutos, Las Palmas acumulaba llegadas, peligro y ocasiones. Imposible encontrar una oportunidad de gol tan clara como la que malogró Timor en el momento que un centro de Fidel, rebotado, caía sobre su pierna derecha. Solo, el valenciano mandó su volea al fondo de la Grada Curva. Unos segundos después, Danny Blum desperdició otro acercamiento más, incapaz de materializar otro servicio excelso, de pillo, de Fidel en una falta aparentemente sin peligro en mitad del campo.

Estaba fina Las Palmas. Controlaba el partido. Se sentía viva, capaz de ser mandona, de lanzarse a por el área contraria sin temor. Hablaba Herrera hace una semana en Málaga que notaba que a su equipo le hacía falta creer en sus posibilidades y ahí estaba, encontrándose como hacía tiempo que no lo hacía. Y en esas, el Sporting desvistió a la UD con un par de pases, un desmarque y una carrera. Solo el tino de Álex Alegría, cuando solo tenía que batir a Raúl Fernández tras un envío prodigioso de Geraldes.

Cómo reaccionaría la UD ante ese susto era una buena cuestión a desglosar. No afloraron los miedos de Las Palmas, que mantuvo la compostura, guiado por el fútbol de Ruiz de Galarreta y el vértigo que ofrecían Danny Blum y Fidel. Buena señal.

Los dos primeros fueron claves en el gol que puso a Las Palmas por delante, en un contragolpe para de los que definen en plenitud esa palabra. Blum presionó la salida de un córner, robó y echó a correr antes de lanzar un globo preciso al empeine de Rubén en carrera. Desnudó el isletero al único sportinguista que quedaba por allí con una asistencia a Ruiz de Galarreta que convirtió en gol. La UD dejaba de ser un esbozo para convertirse en cuadro.

Apabullaba Las Palmas al Sporting. Se movía con rapidez, siempre con la luz de Ruiz de Galarreta y Fidel, que se colaba por el centro. Jugaba y hacía jugar el onubense. Se lo pasaba bien Las Palmas, con el control del partido y del balón, pero una ventaja mínima, Y ese último punto era algo a tener en cuenta porque la UD volvía a perdonar.

Ruiz de Galarreta, con una lectura precisa de qué hacer cuando te intentan anular, filtró un pase a Rubén Castro mientras le rodeaba una maraña de hombres de verde. El delantero, que habrá metido decenas de goles así, con un remate franco casi en área pequeña, erró en su duelo con Diego Mariño, que repelió su disparo.

El partido encaraba el descanso con Las Palmas esbozando una sonrisa a medias. Por un lado, se iba al descanso con la sensación de ir al alza, de haber completado 45 minutos a gran nivel; por el otro, con la convicción de que visto su fútbol debía llevar algún gol más en su cuenta.

Con la llegada del segundo acto, la UD recularon las fuerzas amarillas. No encontraba la fluidez de la primera mitad. Se asfixiaba con un Sporting al que había dejado con vida en la primera mitad. Perdió el norte y la visión ante un rival que crecía en el horno. Empezó a ganar terreno, poco a poco, para amedrentar a los amarillos.

Y aún así gozó de otra ocasión más para rematar el partido, en base a los eslalons de Fidel, al que solo le faltó Diego Mariño por esquivar, que con el pecho le negó el gol. Corría el partido y la UD se empequeñecía de nuevo, dando síntomas de debilidad.

Entrada en barrena

Mejoró con los cambios el Sporting de Gijón de José Alberto López, con Ivi y Lod sobre el césped. No conseguía el cuadro rojiblanco materializar su dominio en forma de llegadas realmente peligrosas. Sin embargo, estaba ahí, en el partido, con la posibilidad de dinamitar el Estadio de Gran Canaria, que se agitaba con el paso del cronómetro. Ivi, con un disparo lejano que tocó en la espalda de Timor, exigió al máximo a Raúl Fernández.

Los pitos y la inquietud crecían en el Gran Canaria. Momo salía a escena como primer cambio por Fidel. Siete Palmas se rebeló contra aquella sustitución y Herrera llamó también a Sergio Araujo al momento. Rafa Mir se unió unos minutos después. Las Palmas era incapaz de agarrar el partido, de sentenciar, mientras el día se consumía hasta que acabó con una mezcla de sentimientos que define a este club.