Lo que la UD Las Palmas consiguió anoche con su triunfo (1-0) frente al Córdoba fue una salvación triste. Porque así fue el partido que brindaron anoche dos equipos sin fútbol, pobres, resignados. Para los amarillos, al menos, significa una paso casi definitivo hacia la consecución de su objetivo renovado a mitad de curso, la permanencia -tiene ocho puntos de ventaja sobre el Lugo, más el golaveraje, con 12 por jugar-. Para los califas, sin embargo, supone su condena casi definitiva al descenso a Segunda B donde cinco años había logrado el ascenso.

Ni siquiera el recuerdo de aquel infausto 22 de junio de 2014 sirvió para añadir un pequeño sentimiento de revancha. Primero, porque sólo David García y Javi Castellano, titulares ayer, estuvieron presentes en el cordobazo, y segundo, porque la respuesta de la afición fue muy clara: el Estadio de Gran Canaria registró la peor entrada de la temporada (8.681).

En ese contexto oscuro, el gol de Danny Blum (minuto 19) sirvió para enderezar el rumbo de una UD que había entrado al partido desconectada y, a la postre, sellar una victoria que aleja los fantasmas más pesimistas. Por lo demás, la cita confirmó la valía de Josep Martínez. Hay portero en el valenciano. Sus intervenciones para frustrar ocasiones de gol no fueron muchas, pero demostró casi todas las virtudes que debe tener un guardameta, aunque también alguna carencia por corregir.

Junto a él, Cedrés y Jesús Fortes, que debutó como titular por la baja de última hora de Lemos -por una gastroenteritis aguda-, fueron los otros representantes de la nueva hornada de canteranos en una cita que no dio más de sí. El artífice de la irrupción de todos ellos tiene un nombre y un apellido: Pepe Mel, que también vive momentos de tristeza.

La supuesta sintonía que había para su continuidad en el banquillo, y a la que el propio técnico se había referido en varias comparecencias durante el último mes, se ha tornado en una incertidumbre que le ha llevado a autoincluirse en el mercado. La espera se le ha hecho eterna. El mutismo del club para sellar un acuerdo le ha hecho cambiar el discurso y hoy, aunque nadie puede asegurar que no vaya a seguir, está más fuera que dentro. Ahora toca al presidente y al director deportivo tomar una decisión al respecto.

Inicio errático

No empezó bien la UD Las Palmas. Entró al terreno de juego muy fría, sin ritmo, apática, como si estuviera predestinada a ganar porque sí, sin correr, sin enseñar los dientes. Por un momento, se pareció al equipo que jugó de manera desastrosa la primera parte del partido frente al Elche, aquel que tenía que ganar para mantener vivas las opciones de alcanzar los puestos de promoción de ascenso.

El Córdoba aprovechó el pasotismo amarillo para irse arriba. Sólo habían pasado un minuto y 13 segundos de juego cuando el cuadro andaluz ya había estrellado un balón en el poste. Fue tras una buena jugada en la que la UD tiró mal el fuera de juego y el canterano Andrés Martín, el mejor de los suyos, entró como si nada en el área y disparó al palo izquierdo de Josep. Los presagios no eran nada buenos: gradas casi vacías, viento, amenaza de lluvia y dominio visitante.

Pero, casi sin querer, Las Palmas acabó por entrar al partido y, además, lo hizo sin avisar. Fue como una aparición repentina. Porque cuando se hizo notar por primera vez en forma de ocasión de gol no fue por una jugada elaborada, previsible, sino por un rechace. A los 13 minutos, Curbelo colgó al área un balón que intentó despejar un defensor andaluz, que lo que hizo fue brindarle la pelota a Sergio Araujo. Pero el argentino está gafado.

Sólo, delante de Lavín, falló un gol clarísimo. Su ejecución fue tan simple que dirigió el esférico a las piernas del portero. Por si fuera poco, la serie de rechaces que se sucedieron después no le favorecieron. Tampoco supo definir en el 43, cuando volvió a quedarse frente al guardameta después de realizar un gran control a la salida de una falta de Blum. Tras hacer lo más difícil, remató otra vez a las piernas del cancerbero, que esta vez tuvo más mérito.

Lo que evidenciaron esas dos jugadas es que el '10' ha perdido por completo su facilidad para ver portería. No es algo que se haya descubierto en el partido de ayer, pero sus dos errores clamorosos le delataron. Hay dos datos irrefutables: sólo suma tres tantos en LaLiga 1|2|3 y no marca desde el 16 de diciembre, en el derbi ante el Tenerife.

Seis minutos después del primer fallo del Chino llegó el gol de la UD, a balón parado. Danny Blum, de lo mejor, recogió un balón suelto en el área pequeña tras el saque de un córner muy bien lanzado por Cedrés para colocar el balón en la red. El estreno goleador del alemán no sacó a la luz otra cosa que la fragilidad defensiva del Córdoba, esa que le ha lastrado durante toda la temporada -70 goles encajados antes del partido frente a la UD-, también en el Gran Canaria.

Tanto es así que el propio Blum ganó un duelo por alto y la consecuencia de un simple toque de balón con la cabeza fue que Rubén Castro se quedó solo, con el balón botando, como le gustaría a cualquier delantero. Sin embargo, la mala suerte se cebó con el isletero: su vaselina con el exterior del pie derecho se estrelló en el poste (minuto 25) derecho de Lavín.

El 'Moña', negado

De ahí al final de la primera parte se vio muy poco más. El Córdoba tiró de amor propio para buscar el empate, pero no dio ninguna sensación de peligro más que la que provocó un remate de Piovaccari a la salida de un córner (41'). Hubo tiempo, incluso, para un último regalo de los califas. Loureiro y Chus Herrero se hicieron un lío atrás y regalaron el balón a Rubén, que, sin estar convencido, prefirió pasar a tirar. La conclusión, lógica: una oportunidad perdida para marcar.

Tras el paso por los vestuarios, lo que dejó el primer cuarto de hora del segundo periodo fue la demostración de que Josep Martínez es un porterazo. Primero salvó lo que era un gol cantado de Carbonell (55'), que recibió dentro del área un pase de Andrés Martín, que había realizado una jugada genial por la derecha. El extremo, con toda la portería para sí, se encaminaba a empatar el partido, pero el valenciano sacó la pierna izquierda de manera prodigiosa para evitar el tanto.

Luego, su intervención consistió en leer una jugada para anticiparse y atrapar la pelota antes de que llegara a Piovaccari, que ya se relamía. Le queda mucho por mejorar, como en las salidas, porque estuvo a punto de quedar en ridículo en una de ellas, pero en Josep hay un portero de futuro. Las Palmas le hará ficha con el primer equipo, pero lo que no puede controlar es que le lleguen ofertas, que las tiene.

La UD, por su parte, buscaba crear peligro por las bandas. Fortes y De la Bella desplegaron mucha energía por las alas y pusieron varios centros que nunca encontraron un destinatario que los introdujera en la portería. La sensación, pese a todo, era de que el gol podía llegar en cualquier momento, fundamentalmente porque la defensa del Córdoba seguía sin transmitir seguridad alguna.

A 15 minutos para el final, Mel introdujo a Maikel por Rubén -se fue sin cara de cabreo-, y a Rafa Mir por Araujo -ovacionado-, en busca de un mayor poderío en el remate. Tampoco mejoró la UD, que por no haber sentenciado en la primera parte vivió con cierta intranquilidad el tramo final.

No hubo fútbol, ni gente casi que aguantara hasta el pitido del árbitro. Unos cuantos volvieron a entonar el 'Ramírez vete ya' en la despedida. De ayer, sólo quedó la sensación de que todo lo que pasa en Las Palmas es triste.