El Girona ganó (1-0) a la UD Las Palmas, sobre todo, porque tiene un goleador. La diferencia más evidente entre ambos equipos, que ayer ofrecieron en Montilivi un partido bastante entretenido para lo que es la categoría, fue que el cuadro local tenía un goleador, y no uno cualquiera: Cristhian Stuani. El uruguayo no sólo marcó el tanto de la victoria de su equipo, sino que estuvo en todas. El grupo de Mel, en cambio, carecía de un killer. Sin Rubén Castro ni Araujo, lesionados, es lo que hay. Por eso todas sus buenas maneras, su dominio y sus oportunidades de gol, máxime mientras Jonathan Viera estuvo en el campo, quedaron en nada.

Y eso que la afrenta de Gerona, recuperada de la tormenta que le había pasado por encima en la previa, se decidió por un penalti que luego resultó definitivo. Su señalización provocó la indignación de Pepe Mel y de los jugadores, porque entendieron que la mano de Álvaro Lemos tras un centro de Marc Gual fue involuntaria. El VAR, amparado en la nueva normativa, implacable con los impactos en la única parte del cuerpo que no puede utilizarse, ratificó la decisión de Muñiz Ruiz. Stuani no perdonó.

La UD cayó de manera digna. Fue mejor en la primera parte y bajó en la segunda, y aunque al final pudo perder por algún gol más de diferencia, ya con el partido roto, también pudo lograr el empate con dos tiros, uno del lateral gallego y otro de Drolé, que detuvo Juan Carlos. Con el de La Feria desde el inicio en su redebut, los amarillos dominaron al Girona al comienzo, pero les faltó concretar. El ‘21’ se retiró en el minuto 51 y el equipo lo notó. Lo aprovechó Juan Carlos Unzué para ir a por el choque con la introducción de Samu Saiz, que cambió el partido Le salió bien.

Optó Pepe Mel por retocar poco, por aquello de no cambiar lo que funciona, a pesar de que había jugado al despiste el día anterior con el anuncio de más rotaciones. Las únicas modificaciones del once que salió frente al Sporting de Gijón fueron las previsibles: Mantovani entró por Aythami en el centro de la defensa y Jonathan Viera lo hizo por Drolé, lo que derivó en el traslado de Pedri a la izquierda.

La primerísima acción del encuentro avanzó algo a lo que la UD comenzó a aferrarse desde ese mismo instante: la conexión del talento entre el propio Viera y Pedri. En el saque inicial, el primero entregó el balón al segundo; y el segundo, después de controlar y avanzar, se la devolvió al primero. No salió, pero fue toda una declaración de intenciones del futbolista cedido por el Beijing: Yo he venido jugar con Pedri.

Inicio trepidante

Comenzó bien el Girona, que tuvo dos acercamientos con peligro y una ocasión clara a los cinco minutos. Una pérdida de Mauricio Lemos en campo propio acabó con un balón en profundidad para Stuani, que controló y buscó el gol con un tiro con la derecha, pero Mantovani se lanzó para detenerlo y lo logró: salió por encima del travesaño y fue córner.

La respuesta de la UD, que había comenzado algo desconectada ante el empuje local, no se hizo esperar. En un cambio de juego desde la derecha hacia la izquierda, De la Bella ganó la partida en el salto a Maffeo, que se confió demasiado. El vasco, ya con ventaja, avanzó en solitario hasta que entró en el área y puso el balón atrás para la llegada de Jonathan Viera, que efectivamente llegó, pero algo forzado y perseguido por un rival: sólo pudo golpear la pelota mordida. Se fue fuera (7’).

El intercambio de golpes en los instantes iniciales dio paso a la mejor oportunidad del Girona en la primera parte, otra vez protagonizada por Stuani (11’). Jozabed llegó a la línea de fondo tras una pared y puso la pelota atrás para que el delantero se anticipara y la picara con el exterior en el primer palo, pero la envió junto al poste derecho de Josep. El partido estaba muy vivo.

El susto, sin embargo, dio paso al dominio total de Las Palmas, que se adueñó del balón guiado por Viera y Pedri y comenzó a avanzar desde la calma. Así, el juvenil encontró en la frontal a Srnic, participativo. Al serbio, rodeado de defensas, no le quedó otra que tirar a puerta. El chut fue simple, pero significó el primero de la UD entre los palos (14’).

Pitos del público

Luego fue Viera el que dio un pase bombeado al extremo balcánico, al que quedó el balón botando. Al igual que antes, prefirió disparar antes que intentar otra cosa y poder fracasar. Su volea la despejó Juan Carlos con una palomita. Por ese entonces era ya muy evidente que el partido estaba para Las Palmas. El Girona, nervioso en buena medida porque su gente no le perdonaba una, estaba atenazado.

El nerviosismo local creció todavía más cuando a la media hora, Álvaro Lemos, crecido en su posición natural, la de lateral derecho, puso un centro que cabeceó Narváez por encima del larguero. Muy poco después, el colombiano ganó una disputa a Alcalá, desastroso en casi todas sus intervenciones, pero al recurso como nueve le faltó velocidad para culminar la acción.

Continuaban los pitos en Montilivi mientras Las Palmas crecía en el juego y el Girona se limitaba a enviar balones en largo a las manos de Josep o a tocar y tocar atrás sin profundizar. La protesta fue mayor tras una jugada de combinación entre el centro del campo y el ataque amarillos que acabó con un centro de Narváez desde la derecha que Srnic no llegó a aprovechar porque controló mal. Por ocasiones claras, el partido estaba igualado; por sensaciones, Las Palmas debía ir por encima. La bronca de los aficionados locales a los suyos lo dijo todo.

Las sustituciones, la clave

Algo debió incentivar Juan Carlos Unzué a sus jugadores en el vestuario que comenzaron otra vez dominadores. Mojica, que había entrado justo antes del descanso por Maffeo, afectado por un balonazo en los genitales, lanzó una falta con rosca que se marchó rozando la escuadra izquierda de Josep, a lo que siguió la sustitución de Jonathan Viera, bastante cansado. Duró exactamente 51 minutos. Por él entró Drolé, que se situó en la izquierda, y Pedri pasó al centro.

A priori, Las Palmas perdía protagonismo con el balón; luego se confirmó. Lo aprovechó Unzué para hacer un cambio ofensivo: quitó a un mediocentro defensivo, Granell, para poner a un mediapunta, Samu Sáiz (57’), que revolucionó a su equipo a base de verticalidad. Al poco, todo cambió para la UD.

Un balón centrado desde la izquierda por Gual golpeó en el brazo izquierdo de Álvaro Lemos. Más allá de si tuvo la intención de tocarlo o no, las normas son cada vez más inflexibles con las manos dentro del área. Milla Alvendiz, sentado en Las Rozas frente al VAR, ratificó la decisión de Muñiz Ruiz. Stuani, un seguro de vida desde los siete metros, no perdonó y marcó su quinto gol de la temporada. Josep, que había aguantado bien, se lanzó hacia la izquierda; el balón fue a la derecha (64’).

Reacción sin fortuna

La UD se veía por debajo en el marcador sin saber muy bien por qué. Que el equipo había bajado sus prestaciones con la marcha de Viera y que el Girona había dado un paso al frente con la entrada de Manu Saiz era evidente, pero el cuadro amarillo casi no había sufrido. Por otra parte, la sustituciones de Mel dejaron a las claras que Las Palmas cuenta con muy poco: Juan Fernández y Pekhart por Srnic y Pedri.

Aun así, tiró de orgullo y Álvaro Lemos, con un disparo escorado que habría entrado por la escuadra si Juan Carlos no lo hubiera evitado (81’), y el checo, con un cabezazo a la salida del córner resultante, pudieron empatar. Al menos, lo intentó, pero sin pegada fue imposible. Antes, Gual había marcado en una bonita jugada de tiralíneas, pero había arrancado en fuera de juego.

Esa acción había sido al contraataque, como la que protagonizaron Samu Saiz y Stuani poco después (87’). El primero se marchó de Álvaro Lemos y Mantovani como quiso y picó la pelota al segundo palo, donde el uruguayo superó a su compatriota Mauricio y cabeceó picado, hacia abajo. Josep, inmenso una vez más, evitó el gol de la sentencia.

El final fue de infarto. Una falta lejana del central charrúa que desvió el meta con los puños abrió la veda. En la siguiente acción, Gual se quedó solo en el área chica, con todo a favor, y sólo un paradón espectacular del valenciano con el brazo izquierdo impidió el tanto. En el contraataque, Drolé se marchó de varios defensores y lanzó un disparo colocado que el portero tuvo que desviar a córner. Iba dentro. Y por último, otra vez el africano se deshizo de hasta tres contrincantes y buscó el centro desde la línea de fondo, pero le taparon el pase. Fue un final amargo para la UD, que vuelve a meterse abajo, pero digno.