«Sinceramente se me llenan los ojos de lágrimas cuando lo veo ahí. Pienso en mis padres, en el esfuerzo que hicieron, pero sobre todo me acuerdo de mi madre. Si ella llega a ver a su nieto defendiendo los colores de su país, de Guinea Ecuatorial, en una Copa África... ¡Es que no se lo hubiera creído! La ilusión de su vida era volver algún día a su país y ver a su nieto ahí la hubiera reconfortado mucho».

La tarde de fútbol que se vivió en casa de los Coco en Lanzarote fue más que simplemente eso: un partido más de fútbol. Dentro de esos 90 minutos épicos se encerraban un montón de sentimientos, de emociones que explotaron cuando el duelo llegó al final y la selección de Guinea Ecuatorial completó uno de sus días más felices (1-0). Porque la Nzalang Nacional acabó con Argelia, el vigente campeón que parecía invencible. Una condición que no se ganó de boquilla sino con números: 35 partidos sin perder, récord actual entre las selecciones mundiales.

«Es que nos parecía imposible, nadie pensaba que esto podía pasar. Nos volvimos locos», explica Basilio Coco-Bassey, padre de Saúl, central de la UD Las Palmas y titular ayer en el choque frente a los Zorros del desierto. Basilio todavía anda medio incrédulo, navegando entre el orgullo que le supone ver a su hijo con los colores del país de sus padres, del que salió con 15 días de vida, unido al ardor que le recorre tras una victoria heroica. Un 0-1 icónico ya para el balompié ecuatoguineano.

Todo en una fiesta en el hogar de los Coco-Bassey. Allí, Basilio se juntó con su mujer Mayi Oubiña, sus hijas Dariam y Alejandra, además de su hermana Silvia y su sobrina Lia. «Fue una explosión de felicidad, nos volvimos locos. Una cosa brutal. Algún vecino se pensaría que estábamos así por el Real Madrid», cuenta entre carcajadas. Después de la gesta, la llamada al protagonista. «Es un sueño. Una hora después seguían allí celebrándolo», relata. No es para menos: Guinea Ecuatorial depende de sí misma para entrar en octavos de final.

Un hito para un país que vive por pisa por primera vez por méritos propios la Copa África –sus otras dos participaciones fue como anfitrión– y que lleva a Basilio Coco-Bassey a sus orígenes. Su madre se vio obligada a salir con él y el resto de su familia con apenas 15 días. Aquello fue en un momento donde Guinea Ecuatorial se vio encerrada en un difícil momento político y social, con conflictidad en las calles y una inestabilidad gubernamental absoluta. «Las cosas estaban feas y mi madre, que trabajaba para el Gobierno Español, pudo salir. Primero fuimos para Valencia y un año después para Gran Canaria», explica.

Basilio volvió en su niñez a Guinea Ecuatorial de visita una vez. Desde entonces, nunca había vuelto al país de sus padres, al lugar donde llegó al mundo. De ahí que el siguiente viaje fuese el más emocionante, el que tiene la culpa de que Saúl esté hoy en Camerún haciendo historia con la selección del país donde nació. Tras pasar por el cadete de la UD Las Palmas, reclutado desde Lanzarote, Saúl Coco volvió al Orientación Marítima. Su buen año le puso en el radar del Espanyol, que apostó por él. En Barcelona, Juvenal Edjogo-Owono, exjugador del Sabadell y director deportivo de Guinea Ecuatorial en esos días, se fijó en él. «Le preguntó por sus orígenes, le dijo que yo nací allí y le montó una prueba en la siguiente citación de la selección. Pensaba que no iban a tener tanto nivel y nos dimos cuenta de que sí que lo había», recuerda Basilio. Un viaje que no solo le abrió las puertas a la Nzalang sino que también fortaleció el vínculo padre-hijo. Ahora el partido contra Sierra Leona del jueves marcará el futuro de Guinea Ecuatorial y de la historia de Saúl Coco en esta Copa África.